A una semana de los comicios y en medio del preocupante fantasma de la abstención, Chile se prepara para elegir en la segunda vuelta del 17 de diciembre a su séptimo presidente posdictadura entre el conservador Sebastián Piñera y el oficialista Alejandro Guillier. 

Según analistas, uno de los factores que impide hablar con certeza de un posible ganador es que el sufragio en Chile es voluntario y muchos de los 14 millones habilitados para votar prefieren quedarse en casa. De hecho, la participación en la primera vuelta del 19 de noviembre no llegó siquiera al 50 por ciento, aún cuando los electores contaban con una gama de ocho candidatos que representaban desde la ultraizquierda a la ultraderecha.

Otros señalan que a algunos de los que sufragaron por los postulantes derrotados en primera vuelta les cuesta animarse e ir nuevamente a votar por un candidato que no es el suyo.

Para evitar una masiva abstención, tanto el gobierno como los partidos políticos no han ahorrado espacios para pedir a los chilenos acudir a las urnas. Incluso las autoridades han dispuesto que el transporte público sea gratuito para facilitar el traslado. A una semana de los comicios, tanto Piñera, que busca un segundo mandato, como su adversario, el senador Alejandro Guillier, andan en estos días a la caza de votantes de los candidatos derrotados.

Piñera, un acaudalado empresario de 68 años, llega a la elección tras haber ganado la primera vuelta con el 36,6 por ciento de los sufragios y es el abanderado de Chile Vamos, una alianza que integran entre otros, el partido Renovación Nacional (RN), el mayor de la oposición, y la Unión Demócrata Independiente (UDI). Además consiguió el apoyo “sin condiciones” del ex candidato presidencial José Antonio Kast, un diputado ultraconservador y declarado “pinochetista” que logró en la primera vuelta un 7,9 por ciento de los votos provenientes, en su mayoría, de la llamada “familia militar”, que reúne a personas que en el pasado sirvieron en las fuerzas armadas. También entre los evangélicos, que rechazan el aborto y la igualdad de género promovida por Bachelet.

Guillier, un conocido periodista de 64 años, es apoyado por la Nueva Mayoría, un bloque de centroizquierda que componen socialdemócratas, comunistas y demócratas cristianos.

El postulante oficialista busca hacerse con el sorpresivo 20,2 por ciento de los votos obtenido por el novel Frente Amplio (FA), una alianza que llevó como su abanderada a la también periodista Beatriz Sánchez y que se convirtió en la tercera fuerza política del país al aumentar de tres a 20 sus diputados y elegir por primera vez un senador.

El FA, integrado por 14 partidos y movimientos, desde humanistas hasta liberales de izquierda, ha evitado hasta ahora apoyar abiertamente como bloque a Guillier. Sin embargo, Sánchez y otros dirigentes de la multipartidaria decidieron respaldar a título personal su candidatura al considerar que Piñera representa “un retroceso y un riesgo” para Chile.

Para respaldarlo como bloque, FA le pide a Guillier que se comprometa a condonar la deuda que mantienen miles de universitarios con la banca, el fin del actual sistema de jubilaciones y la convocatoria para crear una nueva Constitución que sustituya a la heredada de la dictadura de Pinochet.

Estas serán las séptimas elecciones presidenciales desde el fin de la dictadura (1973-1990). El ganador sucederá a Bachelet, la primera y hasta ahora única mujer presidenta de Chile en toda la historia del país.