“Un pueblo que baila es mucho más difícil de dominar”, resalta Miss Bolivia, una artista que se hizo un lugar en la escena musical por su particular mezcla de cumbia y hip hop. “El baile para mí es algo del orden de lo medicinal, una cuestión de empoderamiento. Si bien me gusta bailar sola en mi casa, el baile colectivo tiene otro tipo de vibración. Porque se trasciende lo individual y aparece el ritual”, amplía la cantante, compositora y psicóloga que acaba de publicar un nuevo disco después de seis años, Bestia (2024). 

Un trabajo con espíritu colectivo –la acompañan artistas como Eruca Sativa, Piti Fernández, Cazzu, Muerdo y Perotá Chingó- que invita a mover el cuerpo, pero también a “tirarse en un sillón” a escuchar. Con un show apertura a cargo de Picky Lejano Oeste, Miss Bolivia presentará el disco este sábado 11 de mayo a las 20 en Niceto Club (Niceto Vega 5510).

El nuevo disco completa una trilogía que arrancó con Miau en 2013 –que incluía el súper hit “Tomate el palo”- y siguió con Pantera en 2017. En este caso, Miss Bolivia entrega nueve canciones con un tinte más autobiográfico, visceral y por momentos intimista, como se refleja en “Arizona”, con la colaboración de Loli Molina. “En gran parte de este disco a nivel lírico se escucha un sesgo pandémico. Hay canciones que tienen que ver con la reclusión y la introspección. Fue un poco cultivar todo eso y también permitirme el tiempo necesario para concluir. No me apuré y le di el tiempo para terminarlo”, cuenta la artista. “Es un disco muy honesto, que tiene el ADN de Miss Bolivia, pero también me permití otros lugares más introspectivos. No es un disco solo para bailar, sino también para tirarse en un sillón y escuchar”, define.

“Yo me permito muchas veces el recurso de la ficción, habitar los zapatos de un personaje como si fuera yo, porque eso es parte del juego o la licencia compositiva”, sostiene la cantante. “Pero claro que no hay una muralla que separa mi ser de la ficción, todo el tiempo está permeándose. Hay una canción que se llama ‘Arizona’ en la que intento poner en valor la soledad en una sociedad donde muchas veces está mal vista o patologizada. Esa canción sí es autobiográfica. Después, en el reggaetón ‘Soltera’ (con Cazzu) y la cumbia ‘Pekadora’ estoy yo, pero también estamos muchas. Me gusta hacer uso de la voz colectiva”, explica. “Por otro lado, me súper representa la palabra visceral, bestial, primal, porque quizás no hay tanto filtro y es más transparente. De nueve canciones siete son en colaboración. Es una obra muy colaborativa”.

-¿Y la impronta colectiva del disco es una respuesta a esta época tan individualista?

-Sí, yo lo siento así. Responde a una necesidad de conexión con el otro porque nadie se salva solo. Y eso como concepto, como filosofía, me gusta plasmarlo en el proceso creativo. También pueden decir que esta es la era del featuring. Pero yo desde que inicié la carrera vengo haciendo colaboraciones, como hice con Ali Gua Gua, Sara Hebe, Pocho La Pantera o Leo García. La colaboración me es muy natural. Siento la necesidad de dejarme permear para que lo colectivo se concrete en el plano de la música. Y en esta época es necesario más que nunca el otro, lo colectivo, salir un poco del caparazón. La pandemia nos aisló mucho y hoy más que nunca es necesaria la red.

-¿La canción “Menos mierda”, con Perotá Chingó, también es una reacción al presente?

-Re. Eso lo escribí en un momento pandémico y después vino la guerra, el odio. Los discursos del odio tienen mucha fuerza y potencia de circulación. También es importante plantear lo colectivo, el amor. Barajar y dar de nuevo y pensar en lo importante ante un mundo que muchas veces puede llegar a ser cada vez más hostil, más raro. El anhelo de un mundo menos mierda se vincula con lo colectivo, con la red.

-¿Por qué una versión en clave RKT de “Qué ganas de no verte nunca más”?

-Desde siempre soy fanática del drama queen y el despecho. Una de mis canciones más conocidas es “Tomate el palo”, me encanta la novela. Y esta canción está impresa en mi memoria desde chica por la radio y la televisión. Es como una canción estandarte del género drama queen. Invité a Romea porque es una amiga productora y me encanta cómo labura. Y le mandamos RKT y cumbia. Logramos plasmar algo súper colaborativo; le hicimos un mimo a la canción cantándola las dos, cada una con su identidad.

Desde la publicación de su primer disco, Alhaja (2010), Miss Bolivia viene apostando al hip hop y al arte de la palabra para construir su obra. “El rap en Latinoamérica es una forma de militancia, es un estilo que tiene su esencia en lo combativo, en la resistencia, en lo contracultural”, sostiene. “Entonces, desde ahí me sentí muy atraída desde el inicio y después me animé a rapear y escribir unas rimas. Siempre fui muy fan de la escritura y la palabra. Mi única formación musical es rítmica, a través de la batería y la percusión. Y eso contribuyó a mi identidad y mi tipo de flow. Soy parte de una escena, una red expresiva, en la que éramos cada vez más chicas rapeando. Yo me atreví a fusionar el rap con otros estilos, como la cumbia. Eso generó prejuicios de los demás. Porque era una herejía total rapear sobre una base de cumbia. Había una escena muy purista cuando empecé. El laburo fue lubricar el oído, el corazón del público y la escena. Soy una promiscua y pecadora estilísticamente”.

-¿Cómo estás viviendo la situación de hostilidad del gobierno hacia el ámbito de la cultura? ¿Se torna vital hacer discos, subir a un escenario y expresarse públicamente?

-En este momento la cultura, la educación y la salud están muy golpeadas, subvaloradas y diezmadas en materia de diseño de políticas públicas. Y eso es preocupante, porque ante contextos críticos justamente la cultura, la salud y la educación son la medicina para mantener a un pueblo de pie. Y esos tres elementos tan necesarios no están siendo puestos en el lugar que tienen que estar. Entonces, es más hostil manifestarse como artista. Los artistas que se han expresado públicamente en contra de estas políticas han recibido persecución y maltrato. Y eso es muy peligroso, porque atenta contra la libertad de expresión. El territorio es más hostil y por eso mismo se torna más urgente e importante sacar música, hacer canciones y hacer shows, de la manera que se pueda. Es momento de utilizar el gesto creativo como un movimiento de resistencia. Poner el cuerpo en un escenario, cantar o hacer un disco es un gesto político de resistencia. Aunque sea difícil hoy más que nunca hay que defender eso.