Yannick                       7 puntos

Francia, 2023.

Dirección, guion, fotografía y edición: Quentin Dupieux.

Música: Emahoy Tsegué-Maryam Guèbrou.

Intérpretes: Raphaël Quenard, Pio Marmaï, Blanche Gardin, Sébastien Chassagne.

Duración: 67 minutos.

Estreno: en la plataforma MUBI.

Hace más de tres lustros que el DJ francés Quentin Dupieux viene llamando la atención como cineasta, pero su ritmo infernal de trabajo estalló entre 2022 y 2023, cuando estrenó sucesivamente en distintos festivales –Berlín, Cannes, Locarno, Venecia- cuatro largometrajes. El último de ellos, Yannick, se convirtió además en un sorpresivo éxito de boletería en París y es el que ahora acaba de estrenar la plataforma Mubi. Que el inminente Festival de Cannes haya decidido abrir su edición número 77 con una nueva comedia de Dupieux, Le Deuxième Acte, protagonizada por un elenco estelar (Léa Seydoux, Vincent Lindon, Louis Garrel), habla a las claras del fenómeno que se ha producido alrededor de este director que ha dejado de ser eso que alguna vez se llamó “de culto” para empezar a convertirse en una marca, como si se tratara del Almodóvar o el Wes Anderson francés, una comparación que igualmente por ahora le queda grande.

El humor absurdo es una constante en el cine de Dupieux y Yannick no es la excepción, aunque aquí parecería haber dejado atrás las comedias “estúpidas” -el adjetivo es suyo- que caracterizaban por ejemplo a Rubber (2010), Mandibles (2020) o Fumar causa tos (2022), protagonizadas respectivamente por un neumático asesino, una mosca gigante o unos Power Rangers mal disfrazados. En Yannick, en cambio, Dupieux se ha tomado la molestia de dejar atrás los chistes fumones para elaborar una idea hasta crear una dramaturgia, muy consecuente por otra parte con el núcleo de su nueva película, que transcurre íntegramente en el interior de una sala teatral de París.

Que esa sala sea antigua y hermosa, pero que su escenario albergue una vulgar comedia de enredos titulada Le cocu (El cornudo), con unos actores que dicen sin convicción su texto, es el punto de partida de un film que pone en cuestión los lugares –en apariencia inmutables- que tradicionalmente ocupan los llamados artistas y el público. Aquí uno de los pocos espectadores que asisten a la representación, un muchacho que está solo y a quien se lo ve cada vez más incómodo en la butaca, de pronto se pone de pie e interpela a los gritos a los intérpretes, dos actores y una actriz. Se presenta como Yannick, dice que trabaja como empleado de seguridad de un estacionamiento, que la obra es horrible, que la está pasando fatal y que quiere cambiarla por completo.

“Tengo una vida de mierda y no me siento bien, psicológicamente hablando”, reconoce Yannick (Raphaël Quenard, estupendo). Esa conciencia de sí mismo no le impide sacar un arma y obligar a los actores y al resto del público a esperar a que él escriba, allí mismo, sobre el escenario, una nueva obra y que se represente en lugar de la que él interrumpió. Ese espectador abandona su rol pasivo y pone en acto su imaginación y sus deseos: toma de rehenes a quienes hasta entonces –dice él- lo habían tenido a él de rehén y los pone a trabajar al servicio de su texto.

Está claro que el film no aspira a elaborar su tema desde el realismo sino desde una suerte de absurdo pirandelliano, pero invirtiendo sus términos. Aquí no hay personajes en busca de un autor, sino un autor improvisado que busca a sus personajes no sólo en los actores que tiene sobre el escenario sino también en los espectadores de la platea, forzados a formar parte de esa nueva representación. Que Yannick tenga dificultades para expresarse y no provenga de la pequeña burguesía sino de la clase trabajadora no hace que Dupieux lo mire con condescendencia, pero tampoco con afecto. La distancia emocional es también una característica de su cine.

Una novedad, en cambio, es la melancolía, que aflora no sólo en la soledad y la tristeza de Yannick sino también en la música que el director ha decidido que lo acompañe, tres extraordinarios solos de piano del catálogo de Emahoy Tsegué-Maryam Guèbrou, una monja y compositora etíope que murió el año pasado poco antes de cumplir un siglo de vida. Descubrir su música es la verdadera revelación de Yannick