Portada del debut solista de Juliana Gattas

La vida de Juliana Gattas es una sucesión de eventos aleatorios, raramente programados, que aparecieron uno detrás del otro. Es como si Juliana fuese una persona que va flotando por Buenos Aires, predispuesta para la sorpresa y la aventura. Un día, estaba trabajando en el consultorio de su padre médico, como secretaria, y una paciente, que era profesora de canto, se la llevó a estudiar con ella. De ahí, pasó a hacer covers de jazz en el Café Tortoni, en las muestras de fin de año. Después, siguió con su show de jazz, en restaurantes de Palermo, y otro día estaba en Cemento actuando con Omar Chabán, poniéndole huevos en la cabeza. Luego se encontró armando la banda de pop más conocida de la Argentina, Miranda!, y a eso le siguieron canciones con Julieta Venegas, Andrés Calamaro, Lali, María Becerra, Dillom y decenas de otros artistas. Pero el mundo de Gattas es muy amplio –la verdadera versátil– y de la escena ultra mainstream se escabulló para grabar otras canciones con Lucas Martí y las Varias Artistas. Y otro día actuó en una película de Iair Said y una tarde apareció el músico chileno Alex Anwandter y le hizo un disco para que lanzara su carrera solista. Así, como quien no quiere la cosa, Juliana Gattas se transformó en un ícono. En una referente para toda una generación. En el alma de una fiesta a la que tal vez no asista. La chica que salía mucho de noche a comienzos de los 2000, se transformó en una cantante excepcional. Pero sobre todo, se transformó en una mostra.

Después de decenas de canciones, discos, shows y giras con Miranda!, Juliana Gattas acaba de empezar una carrera solista con un álbum titulado Maquillada en la cama. Las canciones fueron escritas y compuestas por Anwandter, a partir de anécdotas, frases, mails y mensajes que compartieron. “Alex siempre me decía ‘tenés que tener tu disco solista, tenés que tener tu disco solista’. Yo no sé si tenía ganas de hacer un disco solista porque sí, pero sí quería hacer un disco con él”, dice Juliana. “Yo fantaseo siempre con hacer otras cosas: cantar otras músicas, bailar y actuar. Siempre quiero abrir mi mundo hacia otro lado”.

En el recuerdo de Juliana, la asociación ilícita que le proponía Anwandter la incluía a ella cantando canciones “en plan diva disco”, un personaje que no le resultaba del todo ajeno. Más bien todo lo contrario: le fascinaba. “Estaba la idea pero yo soy medio... vaga. En realidad, no diría que vaga porque trabajo mucho y siempre sé que a último momento voy a hacer lo tengo que hacer. Diría más bien que soy relajada. Por eso cuando apareció esto de hacer el disco no me puse en una onda agitadora. Hasta que Alex me mandó el primer demo y ahí dije ‘esto va a ser increíble así que tengo que estar menos relajada'”.

Hasta llegar a ese momento, a ese primer demo que Anwandter le mostró a Gattas, pasaron un sinfín de cosas que la llevaron al lugar en el que está hoy, a ese podio en el que se erige como una ídola queer, una reina de memes que atraviesa todo el tiempo situaciones que oscilan entre el bizarro y la gloria: “Todo el tiempo estoy riéndome de mí misma, de lo patética que me veo muchas veces cuando siento cosas malas, mientras tengo todo a favor. Por ejemplo, a veces me encuentro quejándome de que estoy sola o si me clavan un visto, al mismo tiempo que estoy pidiendo room service en una habitación de hotel re linda. La verdad eso es decadente, pero ese personaje a mí me encanta”.

Sin embargo, aunque Juliana Gattas se permite habitar ese lugar con mucho gusto –y, por qué no, con placer y honra–, también se sube al escenario y se convierte en una performer que desde hace ya dos décadas ha hecho bailar a miles de personas con las canciones de Miranda! y ahora también con las canciones de su disco solista. Es que Juliana Gattas es sobre todo eso: una intérprete, una artista que cambia de piel cada vez que se cambia el look y que entrega todo lo que haya que entregar arriba del escenario. Es una desquiciada que baila sin parar. Una cantante de jazz. Una chica despechada. Una dominatrix de botas negras. Una borracha atrapada en un baño ajeno. Un ícono pop.

Juliana Gattas (Foto: Nora Lezano)

UN PERSONAJE PROPIO

Año 1968. En el ocaso de su carrera, Billie Holiday se calza un vestido blanco, levanta un poco el mentón, deja caer la cola de caballo que tiene en el pelo –que está bien tirante–, fija la mirada hacia el cielo y se deja fotografiar para la portada de Lady in Satin, su penúltimo disco y, tal vez, su obra más conocida. Pero lo más importante de todo no es el arreglo de cuerdas que tiene el disco, ni tampoco que todas las canciones se hayan convertido en joyas del jazz norteamericano: lo que se destaca es esa voz que Holiday se inventó para cantar y también la biografía que la acompañaba cuando subía al escenario. Era una mujer tomada por las drogas, artísticamente impecable, pero con una manera de estar el mundo que la llevaría a la cárcel y al poco tiempo, apenas un año después de publicar Lady in Satin, a morir con prisión domiciliaria en un hospital culpa de una cirrosis, con 70 centavos de dólar en el banco y 750 en efectivo.

Tuvieron que pasar unos 50 años para que el final de la vida de Holiday sea reinterpretado. A la decadencia que rodeó la vida de esta artista, la escritora Camila Sosa Villada le sumó en un cuento suyo un grupo de bellas travestis que la acompañaron y la asistieron hasta el final de sus días, visitándola día tras día en un hospital. Y Sosa Villada no fue la única en reivindicar a esta cantante, en la lista de feligreses que le rezan a también está Juliana Gattas: “Cuando hacía mi show de jazz en restaurantes, que básicamente era poner un CD con pistas y cantar encima, yo pensaba mucho en Billie Holiday porque la amaba. Armaba el show y ella era mi faro porque se inventó una manera propia para cantar y eso yo no lo había visto en otros artistas”, dice Gattas. “Ahora se ve un poco más, eso de inventarse voces, sobre todo con los traperos, y me parece hermoso”.

Hay otra cosa más que le interesa a Gattas de esa vida, de esa artista, y es justamente su decadencia. La misma que habita el personaje que montó para interpretar las canciones de Maquillada en la cama. Cuando se le pregunta por qué prefiere eso, antes que mostrase como una popstar empoderada y autosuficiente, dice: “Porque tiene más que ver conmigo. Con el personaje que me inventé para mi vida. Con el que me salió cuando empecé a salir de noche y el que tengo también a veces en Miranda!”. En este sentido, Gattas hace una apuesta por algo que es completamente contraepocal: mientras el mundo quiere borrar a los perdedores de todos lados, Juliana apuesta por crear una figura que se prepara para ir a una fiesta, pero a la que nunca llega porque termina prefiriendo quedarse, valga la redundancia, maquillada en la cama.

En un ensayo de Tamara Tenenbaum, la escritora se refiere a esto mismo al analizar la versión que la cantante Beyoncé hizo de “Jolene” en su último disco, lanzado recientemente, en el que modifica la versión original de Dolly Parton: “Lo que Beyoncé no tolera de ‘Jolene’ es que quien habla en la canción original sea una loser. Lo importante es mostrar que vos sos la dueña de tu narrativa. No elegís, tal vez, que tu marido tenga una amante, pero al menos podés elegir que hacés con eso, porque ese es el único dogma inquebrantable de esta época, la época en que lo único tabú es ser un perdedor o dejarse llevar por algo”.

“Las cosas que pienso, de las que me río y lo patética que me siento muchas veces me hicieron armar este personaje para el disco. Estoy siempre aferrada al drama de alguna manera, pero siempre con una cuota de humor por arriba de todo”, dice Gattas. “El melodrama de ese personaje decadente está en todas las canciones del álbum, salvo en algunas que son un poco más eróticas, pero en el fondo esto otro es un maquillaje, una máscara que puse porque la música del tema capaz daba para jugar un poco más con ese otro tono”.

UNA DIVA ANTICUADA

Ese descaro, ese deseo por perseguir algo anticuado o caduco –que parecería estar más cerca del chiste y la broma que del abandono– es al mismo tiempo el impulso que, por ejemplo, la lleva a explorar con pasión baños desconocidos. Lo de “borracha en baño ajeno” nació de algo que, según cuenta, hace con frecuencia: cuando se aburre en una cena, especialmente cuando todos se ponen a contar anécdotas, se levanta y se va al baño. Una vez ahí, revisa los gabinetes, se saca unas selfies o se maquilla un poco más. Lo mismo en los boliches: si se aburre se mete en el baño. “Lo que más me llamó la atención, cuando sacamos el tema ‘Borracha en baño ajeno’, es que no pensé que tanta gente se iba a sentir representada por esa imagen, pero al parecer es una imagen que existe mucho porque en definitiva hacer eso es un poco como escapar de la sociedad hacia uno mismo. En mi caso huyo al baño para estar con la única persona con la que me llevo bien en este mundo, o sea, yo misma”.

“Juliana de nuevo/ siempre equivocada/ Siempre me preguntan/ ¿Qué se siente llorar desde la cima de la felicidad?/ Nadie se da cuenta que tan sola puede ser la noche/ maquillada en la cama”, canta Gattas en la canción que le da título a su disco y, de alguna manera, la que presenta al personaje que interpreta todos los otros temas del álbum. “A mí, toda la vida me gustó montarme para salir de noche. Siempre lo disfruté, desde los primeros shows de Miranda! en Cemento, hasta ahora. Pero la verdad es que siempre disfruté mucho más prepararme, ponerme linda, subirme el ánimo, prepararme un trago, poner música, bailar, maquillarme con el espejo y tener las brochas recién lavadas. Esa es mi fiesta, acá sola en mi casa. La otra, la que aparece cuando salgo, casi siempre es más aburrida”. Así, la artista se pone en la piel de esa diva decadente con mucho deleite, se desliza por el interior de un vestido glamoroso, que al mismo tiempo puede llegar a tener un poco de olor a naftalina, e interpreta a esa mujer que se divierte en un mundo propio, donde ella misma pone las reglas. Es que Juliana Gattas es, sobre todo, una intérprete, una actriz que se monta de cantante. Ella no necesita sentarse con un pentagrama a hacer canciones, sólo necesita que los temas aparezcan para imprimirles su estampa encima.

“Mi plan original era ser actriz y el contexto en el que se armó Miranda! era uno donde yo actuaba en la varieté de Omar Chabán. En ese momento yo lo que hacía era participar en los scketch que se preparaban y algo de eso lo llevé a Miranda!, sobre todo lo de armar un personaje para subirme al escenario. Lo mismo lo hago ahora con las canciones de mi disco, por eso a mí me gusta decir que interpreto las canciones, no se me dio por el lado de la composición y no me molesta cantar canciones de otras personas, es más me encanta hacerlo, me encanta ponerles un personaje mío a esos temas”.

Siguiendo con la serie de eventos aleatorios y azarosos que gobiernan la vida de Juliana Gattas, un día se apareció el actor y director Iair Said y le ofreció un papel para su próxima película, Los domingos mueren más personas –aún sin fecha confirmada de estreno–. Sobre el trabajo de Gattas, Said dice: “Había algo del humor y de la sutilidad de su histrionismo que me hicieron quererla para mi película. Ensayamos durante un año, juntándonos cada tanto, pero ella estaba entregada completamente al proyecto. Para mí Juliana es única como actriz, artista y cantante. Tiene una inteligencia y una sensibilidad que se destaca por sobre todas sus otras cualidades, de hecho su disco lo demuestra”.

Juliana Gattas es una performer. Ella se sube al escenario o graba un videoclip y le da vida al personaje que ese momento necesite. Se monta de diva anticuada para interpretar su disco Maquillada en la cama o de esposa judía, relativamente tradicional, para una película. Puede fundirse en otra piel, en otra historia, para dejar de ser ella, abandonar su ego, y de esos escombros, de esa resaca de sí misma, hacer emerger el personaje que necesita para cada momento de su vida.

Juliana Gattas (Foto: Nora Lezano)

SISTEMA JULIANA

Para su debut como solista, Juliana Gattas se inventó un universo paralelo en el que las canciones, los videoclips y hasta la tapa del disco son parte de una misma cosa. Es una materialización de ideas y obsesiones que flotan en su cabeza desde hace tiempo. Cada cosa está unida a la otra, como si Maquillada en la cama fuera más que un disco y se tratara de un gran sistema. Es como una red social, llena de diferentes contenidos, pero unidos por un mismo hilo: el hilo Gattas. “Cuando imagino en cómo armar algo, primero siempre pienso que la música esté buenísima y a partir de eso hacer algo visual, divertido, que te ponga a bailar, inventar una coreo, ponerle arte a los temas, ponerle vestidos y todo lo que agrego siempre tiene que ver con una cosa muy simple: una lista que tengo de caprichos pendientes que quiero cumplir. O con encontrar una excusa para usar cosas que compré y nunca usé”.

La artista cuenta que su gran pasión es la música y también el cine, ver películas, que por eso es fan de hacer videoclips. Siempre buscó que la parte visual de sus proyectos esté a la misma altura que la musical: “Me gusta que sea igual de importante ver como escuchar”. Por eso siempre se preocupó por los vestuarios que usaban con Miranda! y por las decisiones estéticas que rondaban los videoclips que hacían. Todas las obsesiones que tenía guardadas en su mente florecieron ahora con su álbum: su fanatismo por el jazz, por la estética de los vinilos, por el maquillaje y el deseo de estar siempre montada. Pero lo que apareció también en este disco es una idea del absurdo, algo que emergía esporádicamente en sus performances con su banda, pero que acá está llevado al extremo. Quizás por eso el videoclip de “Borracha en un baño ajeno” es un escenario completamente delirante, donde un grupo de comensales enloquece y baila alrededor de una mesa, mientras Juliana se encierra en el baño a hacer pequeños actos de vandalismo, que van desde revolear unas calas a hacer pis parada, tratando de embocar el líquido adentro de una ponchera de cristal.

“A veces siento que lo que habilitamos inconscientemente con Miranda!, cuando empezamos, era la posibilidad de ser extraños, medio freaks. Ya había otros que habían empezado con eso, como los Babasónicos, que serían como nuestra red de contención. Pero lo que a mí siempre me interesó era trabajar más con el absurdo”. Y en su imaginería, el absurdo tiene que ver con “salirse de los temas de agenda, proponer otro punto de vista que no sea el que todos están teniendo, desde un costado raro o gracioso”. Ya con los títulos de sus canciones y hasta la manera de pensar los videoclips, esta artista aplicó el absurdo en todos los aspectos de su proyecto. Incluso en la presentación en vivo que hizo en el Lollapalooza: mientras sucedía el show las pantallas proyectaban un sinfín de stickers bizarros de WhatsApp. El encargado de hacer esas visuales fue el diseñador Iñaki Jankowski y sobre este trabajo dijo: “Estaba muerto de miedo. Repetía como un mantra lo que Juliana me dijo en nuestra reunión: ‘Quiero que nos divirtamos sin presiones’. También dijo algo que me bajó la ficha definitiva: ‘Cartón pintado’. Conceptualmente la idea me enamora, pensando en que estamos muy entrenados en darle brillo a lo que nos rodea, trabajar con lo que tenemos a mano y dejar relucir la fragilidad de todo. Los stickers aparecían en la pantalla al ritmo de la música y acompañando el movimiento de lxs bailarinxs. Jugué a ser uno más de la banda”.

Pero el Sistema Juliana es más que cartón pintado, porque en una suerte de gesto megalómano también incluye glamour, alta costura y esa búsqueda por salirse de la agenda por una tangente. Quizás por eso, la portada del álbum la muestra a ella como si fuera una diva de los 60, posando como Billie Holiday, como la cantante de jazz que supo ser en sus comienzos. Imitando la estética de un vinilo, la portada del álbum indica qué canciones tiene el supuesto lado A y cuáles el B. Tomás Wurschmidt, el encargado de diseñarla, señala que esa imagen “logra sintetizar el universo de Juliana, que es muy pin-up, de diva de camarín, de tapa de disco clásico de jazz, algo de una estética de otra época que hace que se corra de los estilos más contemporáneos hacia algo más melancólico”.

La preocupación de Gattas por el mundo visual existió siempre, vale la pena recordar que ella también dibuja y hace esculturas. Incluso en Miranda!, su ojo siempre estuvo muy afilado al momento de definir estéticas para los shows y los videoclips de su banda. “La principal diferencia que hay ahora entre lo que hago con la banda y lo que hago sola es que acá todo es como yo quiero, cuando yo quiero y donde yo quiero. Es otra responsabilidad, aunque detesto esa palabra, y aunque parezca loco que lo diga, hacer todo esto, sobre todo la presentación en vivo, me dio mucho miedo. Sentí que era un salto al vacío y estaba paranoica con hacer el ridículo, caerme y partirme un diente”.

Pero lo que ocurrió cuando saltó al vacío es que se encontró en su show con una manada de absurdos que bailaron y cantaron sus canciones. Incluso, antes de eso, ya había creado hasta un código, un lenguaje propio, y las redes sociales se llenaron de chistes y parodias que surgían de los títulos ridículos de sus canciones: desde personas que compartían graphs de televisión que parecían ir en el mismo tono que sus temas –por ejemplo: “Desnuda colgando de un balcón”–, hasta memes que mezclaban partes de sus canciones con escenas icónicas de la televisión argentina, como la de Carmen Barbieri abandonado el piso de Intrusos, envuelta en animal print, al ritmo de la canción “Un taxi al infierno”. “Lo que me pasó cuando salió el disco es que descubrí que la gente entendió todo lo que yo estaba pensando. Eso me sorprendió. Encima yo le contesto a todo el mundo, a todas las personas que me escriben. Pero, honestamente, leo las cosas que dicen y digo ¡Guau! ¡Realmente hay gente que me entiende a mí! ¡No estoy sola en el mundo!”.

Pero lo que realmente entiende la protagonista de Maquillada en la cama –es decir, la propia Juliana Gattas– es que las cosas no son tan importantes como parecen, que la vida es en sí misma bastante absurda. Lo que le interesa a esa chica que canta esas canciones es el placer y el goce, las luces de la discoteca e incluso el amor y la fascinación por las situaciones más patéticas de la existencia. A ella, lo que le importa es pasarla bien, poder entregarse a la noche y a la catarsis del baile. Sí, es eso. Definitivamente. Juliana Gattas sólo quiere pasarla bien porque lo primero es lo primero. Y lo primero es bailar.

Juliana con Alex (Foto: Valeria Furman)

> El músico chileno Alex Anwandter, mucho más que un productor

EL DIABLO EN EL DISCO

Aparece en Instagram un video de una persona que mira el show que Juliana Gattas da en el Lollapalooza para presentar su disco, Maquillada en la cama. Literalmente a los tres segundos se escucha un gritito, como de fan desesperado y la persona que hace ese sonido de “pájaro agonizando”, tal como él mismo escribió, es Alex Anwandter, el músico chileno que compuso y produjo este primer álbum solista de Gattas. “No recuerdo realmente cómo empezó el proyecto, pero he leído unas entrevistas de Juliana donde dice que fue una propuesta mía”, cuenta Anwandter. “En mi mente fue más una conversación en la que yo arrodillado estaba pidiéndole de hacerlo. Pero lo que sí me acuerdo es de una charla que tuvimos en un café en Chile, donde sólo van señoras de edad, muy arregladas y divas y siento que eso influyó en el concepto del disco”.

La relación entre Gattas y Anwandter empezó hace varios años y generó que el músico chileno habitara la mente y el cuerpo de su amiga: creó letras que son “muy Juliana”, aunque hayan sido escritas por él, a la vez que le imprimió una estética sonora muy propia de su música que Gattas pudo adoptar y apropiarse sin problemas. “Hacer las letras fue lo más entretenido del disco, casi como ponerme tacones. Lo que ocurre es que con Juliana nos conocemos muy bien. Ella es la única persona en la Tierra que sabe lo que estoy pensando sin que yo diga nada. Supongo que algo de eso va en la otra dirección también”.

Mientras Anwandter producía Maquillada en la cama, también lo hacía con el último disco de Julieta Venegas, Tu historia, y su propio álbum, El diablo en el cuerpo. Todos esos universos conviviendo al mismo tiempo, alrededor de un mismo artista. “Alex es una usina impresionante”, dice Juliana. “Una vez lo acompañé al estudio La Siesta del Fauno, a grabar unas cosas, y escuchaba cómo metía teclados y sintetizadores para mi disco, el de Julieta y el suyo. Todo a la vez. Yo nunca había visto algo así”.

El diablo en el cuerpo y Maquillada en la cama funcionan como unas mejores amigas que deciden juntas qué ropa comprar y de qué manera combinar los looks para cada ocasión. “En los discos se cruzan más que nada ideas musicales que quería explorar y, más concretamente, equipos de grabación, sintetizadores”, dice Anwandter. “Ambos discos los mezclé en el mismo estudio y todo eso influye mucho en el sonido. De todos modos, para ser muy, muy honesto, lo que más me gusta es que haciendo estos proyectos, el de Julieta y Juliana, pude estar con mis amigas. Para mí es muy importante pasarlo bien mientras hacemos estas cosas”.

Pero la particularidad del trabajo en conjunto de Alex y Juliana no tiene tanto que ver con las semejanzas sonoras entre los discos, sino más con la propuesta que aportan a la escena: ante la tiranía de los singles, Anwandter lanzó un disco de 16 canciones; y mientras el pop se vuelve cada vez más sintetizado y MIDI, Gattas le pone la voz a canciones que incluyen arreglos de cuerdas y capas y capas y capas de sonidos e instrumentos que generan una música con un estilo muy particular. Y es en esos detalles donde la atención se detiene, en donde los oídos se agudizan. Es ahí, en esa particularidad extraña, que los ojos se posan para mirar a un par de artistas. Y es ese capricho musical lo que vuelve a estos discos, Maquillada en la cama y El diablo en el cuerpo, un hallazgo.