Apple irrumpió en la escena pública al presentar las Vision Pro, unas gafas de realidad mixta que parecen salidas de una película de ciencia ficción, y que se presentan como un nuevo intento de fusionar el mundo físico y el digital. Esto es: al mismo tiempo que el usuario observa a su alrededor, también puede ingresar a sus redes sociales, realizar videollamadas, escribir correos o ver una película. Las potencialidades despiertan fascinación, un aire renovado que permite comprender que, en 2024, el futuro llegó para quedarse. Sin embargo, la algarabía debe matizarse, pues todavía resta responder varias incógnitas. Más allá de almacenar aplicaciones y juegos que permiten una experiencia lúdica, no está muy claro para qué otra cosa sirven y por qué podrían considerarse realmente “revolucionarias”. Para variar, además, el problema de acceso: cuestan 3500 dólares en Estados Unidos y 10 millones de pesos en Argentina.

Desde 2015 que la compañía de la manzanita no presentaba un producto innovador, cuando salió al mercado el reloj Apple Watch. Presentadas de manera pomposa como un producto de “Computación espacial”, se trata de gafas que combinan realidad mixta, es decir, contenido digital que se proyecta en el propio entorno. “En la realidad mixta, vemos elementos digitales en un entorno físico y real y además podemos interactuar con ellos, moviéndolos o ampliándolos de tamaño. De alguna forma la experiencia se vuelve transparente para el usuario mezclando objetos virtuales y reales”, explica Cristian García Bauza, investigador del Conicet y especialista en realidad virtual aplicada.

Las gafas, similares a antiparras intergalácticas de esquí, cubren la mitad de la cara de los usuarios y poseen una computadora integrada. Las primeras pruebas despiertan una mezcla de emoción e incredulidad entre quienes tienen la fortuna de utilizarlas. Después de unos primeros pasos con cierto temor y desplazamientos lentos, los movimientos se descubren más naturales. De hecho, ya se pueden ver los primeros videos de personas que las emplean en subtes, colectivos, en monopatines y en diversas situaciones cotidianas. Cada persona que prueba las Vision Pro parece habitar su propio mundo, sin que le importe mucho lo que sucede en el entorno.

Como el artefacto emplea cámaras para poder observar el exterior y al mismo tiempo navegar y seleccionar aplicaciones disponibles, la experiencia los hace ver un tanto ridículos. Quizás anticipen lo que se viene y en las próximas décadas los humanos finalmente sean una mezcla de astronautas y zombis. Emmanuel Iarussi, investigador del Conicet en el Laboratorio de IA de la Universidad Torcuato Di Tella, expresa: “Hace bastante que el avance tecnológico parece ir caminando por esa paradoja en donde, a pesar de estar más conectados, esa conexión es cada vez más selectiva. Por ejemplo, las redes sociales nos conectan con personas en todo el mundo, pero aislados en burbujas con las mismas visiones del mundo”. Y continúa: “De la misma manera, la realidad aumentada puede sumergirnos en experiencias personalizadas que, aunque enriquecen nuestra interacción con el entorno, pueden también aislarnos y alentarnos a vivir en nuestra propia realidad, incluso compartiendo el mismo espacio físico con otros”.

La privacidad, cada vez más en riesgo

Puede pensarse que las tecnologías, en tanto productos culturales, son el resultado del contexto. Un presente híper-individualizado, con solidaridades sociales cada vez más erosionadas, crea artefactos que refuerzan dicho sentido. Uno de los problemas principales de estimular el “vivir en una burbuja” se relaciona con el peligro de utilizar las gafas mientras se camina por las calles o, incluso, mientras se maneja. De hecho, ante la falta de regulaciones, ya se puede observar a personas utilizándolas a bordo de monopatines eléctricos, bicicletas y autos.

Estos lentes no están pensados para el exterior, fueron diseñados para un living y su uso puede ser peligroso porque, justamente, te relacionás de una manera diferente con tu entorno. Más allá de que no podés interactuar con los demás de una manera tradicional y todo está mediado por una interfase, no es algo que debería estar permitido ni ser recomendado”, opina Irina Sternik, periodista especializada en tecnología e innovación.

Vision Pro cuenta con 12 cámaras, cinco sensores y seis micrófonos, ya que para funcionar de forma adecuada requiere información del ambiente. Bajo esta premisa, ¿no podría vulnerar derechos humanos básicos? “La preocupación no solo es la posible grabación de transeúntes o la recolección de datos sin consentimiento. El problema central es que cuántos más sensores y más informaciones se recolecta, más riesgo hay en cuanto a la privacidad de los datos y su seguridad”, comenta García Bauza.

Potencialmente más problemático aun cuando el usuario emplea la tecnología en su propia casa; ya que hasta la situación más trivial podría dejar un resquicio para la fuga de datos sensibles. Así lo detalla el investigador: “En la recolección de datos, podría existir información de la que podrían inferirse cuestiones como saber si consumimos un medicamento o si contamos con un objeto de lujo (como un TV LED gigante), o si tenemos una caja fuerte o bóveda de objetos de valor. El casco de por sí no podrá sacar esas conclusiones, es decir, darle ‘contexto’ o semántica a lo que recolecta, pero si alguien puede acceder a los datos, puede realizar un procesamiento que permita sacar estas conclusiones”.

El mundo real y el digital, ahora fusionados

Las fronteras de lo que se define como real y digital cada vez son más difusas. A partir de las nuevas tecnologías, diferenciar uno y otro universo será una tarea titánica. Tal vez inútil también.  

Iarussi comparte una definición sobre la realidad mixta que ayuda a comprender un poco más de qué se trata. “La realidad mixta fusiona elementos del mundo real, como imágenes y sonidos, con contenidos digitales generados por computadora. A diferencia de la realidad virtual que nos sumerge en un entorno completamente digital, la realidad mixta permite que objetos físicos y digitales coexistan e interactúen en tiempo real”. Sternik apunta en la misma línea: “Agregan a la realidad una capa de virtualidad, pero con una diferencia --y esto es lo ‘revolucionario’--: no es la realidad tal cual es. Se observa una grabación de la realidad en tiempo real, ya que filma y transmite el exterior. Y lo mismo hace con tus ojos: hace una reproducción de ellos, para que quien te mira piense que te ve. El tema es que no son tus ojos, es 'Eyesight', que muestra reconstrucciones virtuales de tus ojos en el visor. El exterior es más borroso, oscuro y está levemente deformado. En síntesis, es realidad aumentada con un lente de realidad virtual, único en su tipo”.

Quizás las definiciones en torno a la realidad mixta adquieran más sentido a partir de ejemplos, y Iarussi se esfuerza por compartir uno. Por caso, en la cocina, la realidad mixta podría ayudar al usuario de las gafas a seguir una receta, “proyectando instrucciones y guías visuales directamente sobre la superficie de trabajo, pero también registrando nuestros movimientos e indicando la forma correcta de cortar o mezclar los ingredientes, contando las cantidades para ver si no nos olvidamos de nada”.

Con este nuevo artefacto, las intenciones se captan mediante gestos, de manera que el visor identifica en qué dirección el usuario está observando y con un simple movimiento de los dedos --el pulgar y el índice, como un pellizco-- las aplicaciones se abren. Los programas son los mismos a los que se podría acceder a partir de una computadora o celular.

Por su parte, el grado de inmersión se modifica de acuerdo al gusto de quien experimenta y las imágenes proyectadas, según quienes las probaron, “son de vanguardia”. “Toda esta complejidad hace que las experiencias en la realidad mixta tengan el potencial de ser mucho más inmersivas, aunque su desarrollo se ha probado mucho más desafiante. Hace varios años que existen cascos de realidad virtual como Oculus y PlayStation VR, pero todavía no contábamos con dispositivos comerciales de producción masiva que tengan el potencial de fusionar de esta manera el mundo digital y el real”, subraya Iarussi.

Más allá de las virtudes y la fascinación, también hay críticas: las gafas son pesadas (unos 600 gramos), y la batería que requiere para su funcionamiento es voluminosa y solo brinda energía para un uso aproximado de dos/tres horas.

Los Simpson, antecedentes y… ¿futuro?

Al igual que otras tecnologías, las gafas fueron anticipadas por Los Simpson. En un capítulo de la serie se muestra a los personajes caminando por las calles como autómatas y tienen accidentes, precisamente, por estar en su propio universo. Incluso, Marge y Homero se besan a través de las gafas, aunque en la vida real solo están acostados dándose la mano. Los dibujos animados amarillos sintetizan, tal vez como ninguna otra obra de entretenimiento, cómo las experiencias de cada quien se mediatizan por las pantallas.

Apple no está sola en esta innovación. Por el contrario, debe competir con las gafas diseñadas por Meta: visores denominados “Quest 3”, de uso restringido a ciertos grupos, aunque en Estados Unidos se venden a 500 dólares. Iarussi enumera otros antecedentes: “Los Google Glasses fueron lanzados en 2012 y prometían revolucionar la interacción humana cara a cara, algo que se probó bastante más difícil de lo que se creía con este tipo de dispositivos. Por otro lado, Microsoft tiene en el mercado desde hace varios años los HoloLens, un producto de alta calidad, pero que no parece estar pensado para un uso masivo”.

Será cuestión de tiempo, como siempre, comprobar qué sucederá en Argentina. Sternik frota la bola de cristal y adelanta: “No creo que este producto sea masivo en ningún país del mundo, por su alto precio, por su alto peso y por ser el primer modelo de una tecnología que seguramente evolucione para bien a partir de ahora. En el futuro, cuando sea más económico y desarrollado, podrá ser útil para algunos usos específicos”. 

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