La periodista y conductora de AM750, Cynthia García interpeló a quienes, cansados de la política, tienen pensado no ir a votar el próximo domingo en las Elecciones PASO 2023 y les recordó la importancia de “no entregarse al confort apático”.

El editorial de Cynthia García

Abstenerse. Es domingo 13 y no vas a votar. Te cansaste. No crees que tu vida vaya a mejorar con el triunfo de cualquier postulante. Tenés claro que haciendo tu vida y laburando en lo tuyo –si tenés laburo- vas a sobrevivir zigzagueando en la realidad como siempre. Que te las vas a arreglar. Que no te jodan.

¿Te pasa eso? Hay mucho para entender. Mucho para discutir, como siempre. Y mucho para hacer también.

Ojo: podés haber decidido no votar porque sos especialmente antidemocrático. Probablemente, entonces, tampoco estés escuchando esto.

Y podés no votar porque considerás que el voto no es un instrumento adecuado para la revolución. Es probable que algunos amigos bolcheviques tengamos.

Pero le hablo al que está cansado o a la persona mayor que se pregunta “para qué”, o al pibe que se pregunta también para qué.

Entonces, si no sos antidemocrático y si no sos un revolucionario, te pido que no te entregues al confort apático. Hace mal. Ya te podés imaginar un poco que es el confort apático.

El filósofo surcoreano Byung Chul Han dice –y escuchen, busquen lo que escribe este hombre-.

“El repliegue, la abstención, pareciera sugerir que cada uno debe preocuparse por sí mismo de su propia felicidad. La felicidad pasa a ser un asunto privado. Incluso el sufrimiento se interpreta como resultado del propio fracaso. Por eso, en lugar de revolución (o más democracia) lo que hay es depresión. Mientras nos esforzamos en vano por curar la propia alma perdemos de vista las situaciones colectivas que causan los desajustes sociales. Cuando nos sentimos afligidos por la angustia y la inseguridad no responsabilizamos a la sociedad, sino a nosotros mismos. En la sociedad neoliberal del rendimiento el cansancio es apolítico. En lugar de hacer que las personas se asocien en un nosotros, las aísla”.

Repetiré: “En la sociedad neoliberal del rendimiento el cansancio es apolítico. En lugar de hacer que las personas se asocien en un nosotros, las aísla”.

Pensemos juntos. Si sentís que estás apático o apática, votá. Que no te gane la sociedad del cansancio. No te quedes solo. O sola.

¿Qué escepticismo puede ser tan potente como para abandonar uno de los hechos indispensables, primarios, de la democracia?

¿La abstención de participar no tiene un poquito soberbia refinada? Dale. Aflojá. Votemos.

¿De qué se salva quien no vota? ¿Es tal el triunfo de meritocracia y del individualismo que será que creemos todos son peores que uno?

Abstenerse es el triunfo de la sociedad individualista sobre la colectivista. Es el triunfo de la comodidad apática. La abstención es la derrota del bien común.

¿Qué puede hacerse entonces? Voy a cerrar esta reflexión conceptual trayendo a Dolina. Tiene un cuento que recomiendo y que se llama “Instrucciones para buscar aventuras”. En un momento dice así.

“Pues hay que actuar. No podemos pensar que las aventuras vendrán a nosotros. De nada sirve esperar lo imprevisto mirando vidrieras o sentados en el umbral. Es necesario que uno mismo provoque sucesos extraordinarios. Salgamos de una vez. Salgamos a defender causas nobles, a recobrar tiempos olvidados, a despilfarrar lo que hemos ahorrado, a luchar por amores imposibles. A que nos peguen, a que nos derroten, a que nos traicionen. Cualquier cosa es preferible a esa mediocridad eficiente, a esa miserable resignación que algunos llaman madurez”.

Y digamos nosotros, después de Dolina: Votemos. Equivoquémonos diez mil veces. Discutamos cien mil. Ser ciudadano es también ser PIFIADORES, ser sorprendidos, ser maravillados, pero nunca reticentes o esquivos ante lo que nos ofrece la vida en comunidad.

Uno de esos ofrecimientos es elegir. Y cuando votás, además de votar, vivís una pequeña y enorme aventura ciudadana: entrás a escuelas un domingo, mirás rostros, te imaginás a quién vota cada cual, te atemorizas ante el gendarme, mirás cómo descansan los garabatos de los chicos en el aula y sus láminas y sus pupitres, mirás qué pilón de boletas está más flaco, ves pasar el mate entre las autoridades de mesa, te cruzás con la primera vez de algún pibe o la vigésima vez de algún viejo y pensás en nuestra historia y todos estos años de gente y volvés a tu casa con la sensación de que algo te mancomunó.

Pero además te aseguro que llevás encima algunas mariposas. Son las de la emoción tan entusiasta como sufrida y tortuosa de participar en esta aventura de tener que construir democracia a cada paso.