Allá por 2014, durante un show entre palmas, taconeos, gritos desgarradores y disonancias eléctricas, la cantaora española Rocío Márquez conoció en carne propia el desprecio de los guardianes autoproclamados de la tradición flamenca. “¡Una vergüenza!”, “¡Esto es ruido!”, le gritaron algunos indignados que se levantaron de sus butacas para irse del teatro. Rocío pasó el día siguiente llorando de impotencia. “Me afectó mucho. Soy una bienqueda por naturaleza”, contó al diario El País. Pero no se detuvo. En los cuatro años siguientes grabó tres discos que la consolidaron como una de las voces más representativas de la nueva generación del cante jondo, y en 2019 tuvo lugar el encuentro que a fuerza de no rendirse la llevaría hacia su gesto más radical.

Todo comenzó a gestarse a la salida de un homenaje a Camarón de la Isla y su mítico disco La leyenda del tiempo, bisagra ineludible a la hora de hablar de las formas impredecibles que puede tomar el flamenco. Ahí conoció a Santiago Gonzalo, alias Bronquio, compositor sevillano con raíces punk devenido referente de la electrónica under. La química fue inmediata, y el encuentro se repitió a lo largo de dos años y medio en un juego sin planes ni reglas entre samples, instrumentos acústicos y eléctricos, ritmos fracturados y voces que podían ir del susurro a balbuceos o expresiones por momentos cristalinas y por momentos filtradas y distorsionadas por el DJ. El resultado fue Tercer Cielo, un disco que asomó a mediados del año pasado como prueba latente de las posibilidades del flamenco del nuevo siglo. La prensa de su país lo recibió con tremendos elogios y lo enmarcó en más de una lista como lo mejor de 2022 incluso por sobre el éxito internacional de Motomami. ¿Se llevan a la Rosalía?, parecían decir desde revistas y sitios de Internet. Miren con qué nos quedamos.

“El flamenco está hecho de pura fantasía. ¿Por qué no seguirle el juego a esa fantasía si es lo que nos flipa a todos?”, apuntó recientemente la cantaora. El disco inscribió su huella en un momento en que el género vive un rejuvenecimiento en todos los frentes. Ahí están Niño de Elche con su provocador antiflamenco, el brillo juvenil de Guitarricadelafuente, la innovación en la madurez de Perrate o los tintes trip-hop de la andaluza Mariola Membrives, con el catalán Raül Refree como productor estrella de una movida que tiene a Rosalía como cara visible de su vertiente más pop. En ese contexto, Tercer Cielo enmarca la suma de todas esas variables bajo un aura conceptual: amor, creación, destrucción y muerte entre rumbas, bulerías, trap, rave, cante jondo, influencias de Arca, Diamanda Galas o Einstürzende Neubauten y citas textuales de Antonio Machado o Federico García Lorca, que a propósito del flamenco, en su Juego y teoría del duende, escribió: “El duende no es una cuestión de facultad sino de verdadero estilo vivo; es decir, de sangre; es decir, de viejísima cultura, de creación en acto”.

Esa cruza entre juego, teoría, sangre y cultura vieja encuadra muy bien la carrera que Rocío viene llevando adelante en la última década. Nacida en Huelva en 1985 y doctora cum laude por la Universidad de Sevilla con una tesis sobre técnica vocal en flamenco, desde 2012 lleva adelante una labor académica como docente y conferenciante a la par de seis discos editados y giras continuas por peñas locales y auditorios de toda Europa, presentaciones en las que despliega una intensidad performática que de pronto la puede encontrar reptando sobre el escenario. Una obra en la que dejó de manifiesto tanto su pasión por la tradición como la inquietud por atravesar los límites del género en colaboraciones con artistas tan diversos como Albert Plá, Christina Rosenvinge, Jorge Drexler o los Derby Motoreta’s Burrito Kachimba.

Bronquio es la contracara de la moneda, un autodidacta que se formó como guitarrista en bandas punk de su Sevilla natal para luego lanzarse como DJ y productor de artistas under de trap y hip-hop. El paso al mainstream lo dio en 2018 cuando produjo Sombrero Roto, el disco con el que Kiko Veneno renovó su sonido, y su primer trabajo solista apareció ese mismo año a partir del single “Galgo”, un electropop rabioso y bailable con video dirigido por él mismo. “Cuando actúo en solitario voy con mis cuatro cacharros, enchufo y pa’delante, pero a nivel espectáculo lo que hacemos con Rocío es más sugerente”, señaló recientemente a propósito de la presentación en vivo de Tercer Cielo.

El tiempo disponible que brindó la pandemia resultó fundamental para la creación del disco en la granja sevillana donde vive Rocío, un despliegue de transgresión musical entre huertos, gallinas, pozos de agua y paneles solares: “Fue decir ‘Vente pa’ casa, si no sale nada nos quedaremos contentos del tiempo que hemos echado’”, contó ella. Y agregó: “Nunca había currado así, y ha sido la sensación más bonita. Mi pareja se iba a hacer senderismo mientras Santiago y yo nos poníamos a armar jaleo”. Bronquio se instaló en esa casa durante meses: “No tiene vecinos cerca, así que hacíamos todo el ruido posible”.

“Lo que han conseguido Rocío Márquez y Bronquio es difícil de creer. Quizás sea otro de esos empujones brutales que no veíamos desde el Omega de Morente”, dijo la revista EfeEme de este disco que a primera escucha resuena inabarcable. Diecisiete canciones a lo largo de una hora que avanza entre parámetros herméticos y otros más accesibles: bulerías, rumbas, pregones, seguiriyas y más estilos abordados desde variantes espontáneas de una electrónica que por momentos bordea el noise. Un collage inclasificable y a la vez definitivamente flamenco. “¿Fusión? La de Vegeta y Goku”, bromeó Bronquio en una entrevista reciente. Y agregó: “Creo que no hemos caído en lugares comunes, seguramente porque con Rocío tenemos perfiles curiosos en nuestros gremios”. La cantaora, curada de espantos reaccionarios a fuerza de insistencia, completó: “Me hace gracia cuando se describe nuestro trabajo como una renovación, me parecen prácticas más antiguas que la de empaquetar. Y la manera en que me afectaban las críticas la siento como página superada. Me he pasado años intentando justificarlo todo. Ahora busco libertad para hacer lo que quiera, y lo que opinen me parece genial”.