Cuando la coreógrafa y directora escénica Andrea Servera comenzó hace un par de años a indagar sobre los cuerpos disidentes y sus movimientos, tanto físicos como sensoriales, no hubiera imaginado estar presentando el conjunto de esas indagaciones en la cuarta edición de la Bienal de Performance. El desarrollo y los caminos de estas inquietudes llevan hoy el nombre de “Micelias”, una performance grupal que se despliega en el jardín de la galería porteña Proa21 y que primero fue un diálogo sobre esas disidencias y más tarde un entrame multimedial, siempre con el objetivo de estar más cerca del disfrute y de la práctica que de construir la imagen de un resultado específico.

Además de haber codirigido varias ediciones del Festival de Danza de Buenos Aires, Servera creó y dirigió el Combinado Argentino de Danza, una compañía histórica con la que recorrió el mundo y que acoplaba los ritmos urbanos con el folklore y la danza contemporánea.

¿Cuál es la escena al llegar a “Micelias”?

--Estás en un jardín, hay una barra, hay comida. Podés sentarte con tu cerveza y compartir un rato… Es una situación, digamos. Hay momentos en que la acción se te acerca más, o se aleja, o te podés mover para estar más cerca de algo.

¿Cómo fue dándose la génesis de la obra?

--En el medio de la pandemia hice unos videos para Proa, que fueron un salvavidas, y en esos videos conocí a Andy (Andres Andino), que es parte de “MIcelias”. Conversando un día apareció la idea de juntarnos con un grupo de chicas trans y chiques no binaries para hacer una práctica de danza, no con la expectativa de llegar a hacer una obra pero sí de empezar a probar. Y eso fue lo que sucedió todo el año pasado: juntarnos a hacer unas prácticas de movimiento y de improvisación. Después apareció algo de poesía y algo de música. Y se fue construyendo. Cuando en su momento se suspendió la Bienal, decidimos pensarlo para hacer al aire libre, y el jardín de Proa es un lugar divino. El espacio le terminaba de dar algo muy amable a una situación que nosotras veníamos trabajando, algo sensible, digamos. Nos daba la posibilidad de que eso que habíamos trabajado en los ensayos, que incluía momentos más de baile pero también con algo que va por debajo, de conexión piel con piel, muy de la danza… Queríamos intentar que eso que sucedía en nuestros ensayos esté presente en este encuentro con el público.

Servera, con amplia trayectoria como bailarina y coreógrafa, explica que con esta experiencia aparecieron corporalidades diferentes, modos de moverse diversos. 

¿En qué instancia apareció la necesidad de darle una forma que les permitiera mostrar lo que estaban haciendo?

--Yo no tenía prefijado qué quería hacer, porque la danza se construye, salvo que tengas muy claro qué buscás un tipo de bailarinx para algo específico. Si no, la danza es puro cuerpo, es una construcción del presente con el otro. Acá aparecían fisicalidades y movimientos que eran re distintos para mí. Hubo una construcción muy fuerte vincular, así que salió de ahí un poco todo, como diciendo: a ver, ¿qué cuerpos tenemos? ¿cómo nos movemos? ¿qué maneras encontramos de contar con estos cuerpos?. Eso está abierto desde el inicio.

¿El espacio del jardín donde finalmente presentaron la performance el año pasado hizo que debieran resetear algunos de sus elementos?

--Nunca lo pensamos como un trabajo para un escenario a nivel espectáculo o show, no tenía ese color. Poder trabajar en un jardín, al aire libre, con el atardecer, la luz natural y sus cambios… Meternos en un espacio de naturaleza, de alguna manera, terminaba de completar una idea de nuestra propia naturaleza. En “Micelias” estamos muy cerca de la gente, como invitando a compartir un espacio. Las chicas bailan o leen poemas o ponen música, y el equipo de trabajo artístico que apoya está en función de la performance y está trabajando de manera que todo el mundo lo vea. Nada está escondido. Las acciones están ahí, son parte de lo que se ve. Es una parte iluminar; es una parte que les ayudemos a vestirse o que les llevemos agua; esas “costuras” en lo que hacemos están ahí, al servicio de la performance.

Tejer la danza

“Al entramado de ‘Micelias’ lo ubico en un teje en el que se cruzaron primero las experiencias de nuestras danzas, porque cada una de nosotras viene de un estilo y una danza distinta, o bien de la misma danza pero con formas diferentes de bailarla porque tiene que ver con el freestyle, con desenvolverte, con jugar”, dice Killa Orbe, performer de la obra. “Primero fue eso y después hubo una herramienta compartida que fue la danza contemporánea, y a partir de eso buscamos encontrarnos desde nuestras historias, desde quiénes somos, que tiene que ver con un lenguaje específico porque no es lo mismo que seamos unos chongos a que seamos nosotras. Yo creo que ese pastiche nos encontró a nosotras”.

Desde La Grupa, que es el nombre de la compañía formada en el trayecto de la obra, fueron apareciendo distintas ideas relativas a la conectividad y a lo invisible; cómo las cuerpas, con su propio acopio de intenciones y de deseo, se sostenían entre sí en el aprendizaje y en la necesidad expresiva superadora de lo coreográfico. El título de la performance surgió al cobrar cada vez más fuerza la expansión molecular de La Grupa, un organismo fungiforme que cubre una piel barniz o salpica de burbujas un brebaje. Esta “Micelia” desafía el canon biológico para hacerlo propio a plena voluntad.

"Hay mucho de lo que se ve que viene de parte de las chicas, de sus deseos de hacer cosas, de mostrar tal cosa o de decir tal otra o de hacer tal escena. Hay mucho de esa construcción colectiva (...), porque la voz de ellas re está, yo voy acompañando, quizás con mi experiencia y desde otro lugar, como una chamana. Todo el equipo funcionó un poco así, es un proyecto que se construyó colectivamente con el hacer de todes y la suma de las fantasías de todes. También hay algo de la dificultad del afuera que recarga los cuerpos. Eso está presente y tiene una potencia hermosa. A la vez, está buenísimo también poder sentirse vulnerable, porque a veces cuando unx hace mucha fuerza y es muy golpeadx por la sociedad se va haciendo unas corazas que precisamente acá intentamos ablandar un poco, para que aparezcan otras facetas. Confiar, tejer entre todas, dejarse sostener, dejarse acariciar, dejarse abrazar por les otres y por la tierra. Y en todo eso aparecían muchas emociones, por eso creo, aunque está muy dicho, que los procesos son lo más importante y en este caso fue así. Hubo momentos de mucho aprendizaje para todos lados, aprendizaje vital, emocional, humano, sensible, donde se cruza todo. Ahí es donde hace sentido el arte.

Fotos: Celeste Alonso


“Micelias” se presenta los domingos 13 y 20 de febrero a las 19 en el Jardín de Proa21, Av. Don Pedro de Mendoza 2073, CABA. Con la participación especial de Elías Alfaro en piano. Entrada gratuita con inscripción.