Que la birra es una pasión de multitudes, se sabe. Incluso no es novedad que la cerveza artesanal tuvo una explosión nunca antes vista en los últimos años, así como que esos mismos productores, las cadenas de supermercados y las grandes cervecerías centenarias siguieron encontrando el modo de vender sus productos en época de crisis. Ya sea hecha en casa, en un bar que ofrezca artesanales o incluso comprando una industrial, la bebida lupulosa sigue siendo una elección usual para el paladar argento. Y no sólo para tomarla, porque con esta amable bebida se puede hacer de todo: carnes a la cacerola, pizzas amasadas con birra e incluso postres. Para los curiosos, BierLife es un gran lugar para conocer y degustar este tipo de platos, con una carta de comidas preparadas íntegramente con cerveza.

Ahora bien, ¿y si eso no es todo lo que ofrece la maravillosa birrita? Es que hace tan solo unos meses, en el barrio porteño de Almagro, abrió un curioso lugar. Su nombre es Tēdelūpulo, y lo que ofrece es un tentador, relajante y gustoso spa de cerveza. El primero en el país. ¿Pero que puede tener este spa que no tenga cualquier otro? La respuesta es tan sencilla como curiosa: cerveza por todos lados. Aunque en realidad no es solo eso. Tēdelūpulo es una experiencia inesperada y muy recomendable.

Tēdelūpulo toma como referencia lo mejor de los spa de cerveza que existen en el mundo, sobre todo las experiencias de República Checa y Estados Unidos, y le agrega una impronta local. Las thermas romanas funcionaban como espacios cotidianos de relajación y no estaban faltos de aspectos lúdicos, recreativos y sociales. Es por eso que Tēdelūpulo busca inscribirse en esa tradición, sosteniendo que un spa no tiene que ser aburrido. La creación del espacio y los circuitos llevó nueves meses, y la inauguración se dio muy recientemente, el 21 de setiembre del año pasado, tal como reza la orgullosa placa que se encuentra dentro: “Aquí funciona el primer spa de cerveza del país. Fundado el XXI - IX - MMXVIII. Sanitas Per Cervesiam”.

Al llegar a la dirección acordada, se ve un simple edificio. Pero si se mira con detenimiento, se encuentra el dibujo de la diosa del lugar. Una vez adentro, comienza la experiencia. La recepción es muy agradable, con luces bajas, música italiana y una primera degustación de kéfir, una bebida fermentada muy de moda entre la gente fit. Después de la recepción es el momento de ponerse la bata para empezar el circuito guiado por la anfitriona. Los aromas están súper presentes, ya que el lugar cuenta con sauna lupulado, hidromasaje con maceración de maltas, ducha escocesa y masajes con aceites de lúpulo. Ni hablar de la degustación de cervezas y algún plato misterioso con levadura.

El dato es que actualmente se puede elegir entre tres circuitos estables: Andino, Manhattan Be Cool, y Cien Baños de Soledad, inspirado en la novela de García Márquez. La diferencia entre cada uno de ellos está centrada en la música, las bebidas y los platos a degustar, y el tipo de sauna e hidromasaje, pero la idea es spoilear lo menos posible para poder disfrutar la experiencia y relajar la mente. El circuito es muy placentero y, si se decide visitarlo, es clave dejarse llevar ya que la estimulación va a estar presente en los cinco sentidos y hay grandes posibilidades de que, después de terminarlo, se sienta el cuerpo liviano como una seda. Y ya sea solo, en pareja, con amigos, incluso festejando cumpleaños o despedidas, Tēdelūpulo invita a colgar y descansar entre tanto caos porteño.