El macrismo explícito trata al fútbol como lo que es: un territorio que considera cooptado, donde puede hacer lo que quiere. La requisa al vestuario de River antes de la primera final encaja en su telaraña. Por ese hecho, a la cabeza del ministro de Justicia y Seguridad porteño Martín Ocampo –del que depende la Policía de la Ciudad– le pusieron precio en Núñez. Pero no tanto porque conduce a discreción el aparato represivo en uno de los principales distritos del país (ya van casi tres años) y sí porque se identifica con el club. Tiene carnet de socio y jugó en los campeonatos de fútbol internos. También suele vérselo en un palco junto a otros funcionarios de Cambiemos, como el ministro del Interior, Rogelio Frigerio, o Diego Santilli, el vicejefe de gobierno de Horacio Rodríguez Larreta. 

Que haya impartido la orden para el desproporcionado operativo en la Bombonera disparó varios pedidos informales de expulsión para Ocampo. La interpretación más extendida que hacen esos hinchas es que se trata de “un infiltrado en el club” e “íntimo amigo de Angelici”. Exigencia River, que tiene 95.519 seguidores en Facebook hizo punta en el reclamo. También se lo critica porque en el último partido por la Copa Libertadores en el Monumental, hubo un operativo en que se labraron contravenciones a los socios que tenían un DNI cuyo número no coincidía con el que va impreso en el ticket. Dijo Horacio Roncagliolo, integrante de la comisión fiscalizadora del club: “Nos cruzamos en una discusión por este tema, porque utilizó a la Policía para controlar los DNI en los tickets y en la Boca no lo hicieron. Solo deben comparar el documento con el listado de admisión”.

Estos cortocircuitos calentaron más la doble final, que hasta el jefe de gobierno porteño tuvo que poner la cara: “Hubo un acta que se firmó por los dos clubes con el aval de Conmebol y dice que en el vestuario no había que poner ornamentación o decoración de River. Si alguno lo tomó a mal y se sintió sensibilizado, pido disculpas”. A Rodríguez Larreta lo desmintió el secretario general de River, Ignacio Villarroel: “En ningún momento hubo un acuerdo para que se desarrolle ese operativo. Sí una invitación para no decorar el vestuario, acordamos eso y lo cumplimos. Era lógico que el Ministerio de Seguridad lo constatara. Pero tratar el vestuario como si fuese un reducto de delincuentes es fuerte”. 

En la construcción del otro, de ese otro con que el macrismo suma cada vez más excluidos, ahora hay otros que son hinchas. De Boca y de River, de River y Boca (y si no que lo digan sus socios adherentes). En su afán de colonizar todos los sectores donde se respire cierta cuota de poder, lo hace de manera transversal, en un juego peligroso que no juega solo el presidente. Son políticos en camiseta. Una camiseta que no tiene los colores de las causas populares, sino todo lo contrario. 

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