Lo suyo no fue la originalidad, pero nadie les pedía eso. No caben dudas de que hubo una época en la que fueron la banda de rock más poderosa del planeta, heredera de un extenso legado. En 1992 y 1993, quizás en el ápice de su carrera, Guns N’ Roses protagonizó incluso un convulsionado doblete de visitas a la Argentina, en una gira de presentación de Use Your Illusion que fue histórica por sus cifras pero también por los turbios sucesos motorizados por cierta prensa: los flagrantes inventos de que Axl Rose había quemado una bandera argentina en un show en Francia o la supuesta declaración de que quemaría sus botas al abandonar el país llegaron hasta la escala presidencial, cuando Menem los llamó “forajidos” y aseguró que “yo los hubiera prohibido”, abonando el terreno para un sonado allanamiento policial en el hotel Hyatt. Los Guns N’ Roses disfrutaban más que sufrir ese marketing: agregaba mística de “banda maldita” y escandalosa. Pero más allá de la hojarasca mediática siempre estuvo la música, la potencia de una agrupación que supo aprovechar muy bien las enseñanzas de agrupaciones señeras como Led Zeppelin.

De eso se encarga la reedición de Appetite for Destruction, el disco debut que en 1987 fijó para siempre en el mapa al cantante, los guitarristas Slash e Izzy Stradlin, el bajista Duff McKagan y el baterista Steven Adler y que acaba de aparecer en la Argentina en versión ampliada de dos CDs (también hay versiones deluxe de cuatro discos). Todo prejuicio con respecto a la sobreactuación de chicos malos se evapora con la formidable apertura del hitazo “Welcome to the Jungle” y la inmediata aparición de “It’s So Easy”, un arranque punk que viene a recordar que aún antes de Nirvana en Estados Unidos ya había músicos nadando contra la corriente pop encabezada por Michael Jackson y Madonna. De principio a fin, el menú de Appetite –que ayer mismo cumplió 31 años– incluye varios temas que se volverían clásicos de GNR, momentos de alto furor en escena como “Nightrain”, “Mr. Brownstone”, “Paradise City”, “Sweet Child O’Mine” y “You’re Crazy”: canciones–mojón que colocaron a la banda de Los Angeles muy lejos del pelotón del hair metal. Y no solo en ventas de discos.

Curiosamente, la cajita no incluye ningún tipo de “liner notes”, alguna contextualización de la época, detalles de la grabación, lo que suele hacerse en estos casos. Pero para completar ese menú original agrega un segundo disco que tiene sus perlas. Para quien se interese en el jueguito de “Banda altamente electrificada jugando al unplugged”, allí están las versiones acústicas de “You’re crazy”, “I Used to Love Her” y “Move To The City” registradas en 1987 y 1988, junto a la a esta altura insoportable power ballad “Patience”. Resultan más interesantes los lados B (como “Reckless Life” o el inédito “Shadow Of Your Love”, que fue elegido como carta de presentación de la reedición) ya editados en otros EP y discos en vivo pero reagrupados para la ocasión, o los cinco demos grabados en junio de 1986 en el legendario estudio Sound City, primeras versiones de “Welcome to the Jungle” o “Paradise City” que permiten comprobar cuánto músculo supo desarrollar el grupo en un año de trabajo. Sobre todo, resulta especialmente interesante el registro en vivo de un show de junio de 1987 en el mítico Marquee londinense, alguna vez lanzado en el mercado japonés y como lados B de los singles de 1987: con la acústica de un boliche al rojo vivo, la banda se luce con versiones de “It’s So Easy”, el clásico de Bob Dylan “Knockin’ On Heaven’s Door” y una arrasadora rendición de “Whole Lotta Rosie”, enorme tema de los australianos AC/DC que les calza como anillo al dedo, y que reconfirma lo acertado de la decisión de Angus Young de invitar a Axl para los shows de 2016. Potencias que se saludan.