Hay voces que estuvieron acalladas durante siglos, como un secreto o una vergüenza; como un ruido que no se escuchaba. Voces que pugnan por salir, que tratan de abrirse paso. En la historia de las ciudades, las voces de las mujeres fueron marginales, susurradas al oído de los poderosos, escondidas. Y sin embargo, dejaron rastros que se develan ante una mirada atenta. En el Museo Histórico Provincial Julio Marc, donde actualmente está exhibida la exposición “Ni vírgenes ni santas, las otras mujeres del Marc”, (ver aparte) encontrar a las que no fueran íconos religiosos fue una odisea. Para no mezclar: antes de esa muestra, impulsada por la dirección a cargo de Pablo Montini, hubo otra acción --todavía en curso-- que se propuso develar la presencia de mujeres en la muestra permanente. “Voces urgentes”, es el nombre de esa visita guiada --sus realizadores la llaman mediada-- a la sala Rosario de Santa Fe. La ideó un grupo de chicas y chicos de entre 18 y 25 años del programa Residencias Culturales, coordinados por Abigail Germán: al pensar un recorrido pusieron la mirada en esas mujeres siempre en segundo plano, invisibles. Lejos de la tradicional idea de Museo, eligieron plantear preguntas, a través de un juego, para hacer acto aquello de una historia viva, que se construye y reconstruye de forma colectiva. Una vieja valija marrón es el disparador. “¿Qué habrá dentro?”, preguntan las y los residentes ante un público que ensaya respuestas sobre qué lleva la gente cuando viaja.

La imagen que abre la exposición en esa sala es del río, del puerto. La creación de la bandera, la Rosario moderna, la exportación de granos, la inmigración, aparecen en este recorrido. Así llegan a la idea de viaje, de equipaje. A primera vista, la historia está llena de hombres. Unas pocas mujeres que hará falta develar para conocerlas esperan en esa sala. Es un sábado soleado de vacaciones de invierno. Una tarde ideal para pasear por el parque Independencia. Muchas personas eligen entrar al edificio que se distingue con sus columnas de mármol blanco entre la cancha de Newell’s y el Jardín de la Infancia. Hay familias y jóvenes. Ante las propuestas, escuchan y aventuran respuestas.

La cita de un aguafuerte de Roberto Arlt publicado en diario El Mundo en 1933 sobre una visita a Rosario es el comienzo de este camino: “Y de pronto me he sentido marinero, comprendí la tristeza de navegar toda la vida, de estar alejado de las hermosas ciudades ¡porque las ciudades son hermosas aunque no lo creamos cuando estamos en ellas! Para amar las ciudades hay que perderlas de vista durante treinta horas”. Ante la propuesta de un coordinador, una mujer que concurrió con su familia se anima a leer el papel que se escapa de la valija, cual papiro. Es largo, la cita de Arlt se va desplegando. Recién después se abre el equipaje: allí aparecen una paleta de pintar, un cincel con un martillo, una espiga de trigo, elementos de costura, además de varias cartas. Allí está la clave: cada uno de los grupos tiene que leerlas e identificar quién de las personas retratadas en la sala pertenece. La sorpresa, el descubrimiento, las ganas de saber más aparecen. Hay algunas familias enteras, tres adolescentes con un poco de vergüenza, una mujer que luego contará que es historiadora. Un día con mucha asistencia. Recién cuando se puede responder a quién pertenece la carta, hay tranquilidad. Mientras tanto, se recorrieron los cuadros, la escultura de Ceres, las vitrinas.

Para develar quién escribió esa carta, es necesario atender a lo dicho. “Sé que cometí una trasgresión en esta sociedad acartonada, esquivé el vestido de encaje y decidí vivir de las artes plásticas. Dominé bloques de mármol, transformándolos y dándoles existencia. Fui trazando durante días y noches mis ilusiones en estos cuerpos, en cada detalle de sus rostros, en cada línea de sus manos. Mis figuras me permitieron irrumpir en las escenas públicas, habitar esos espacios que nosotras, las mujeres, hoy  no podemos”, dice una de las autoras. Son ficcionadas, pero trabajadas por el equipo en base a una estricta documentación histórica.

No es intención de esta nota arruinar la sorpresa, pero es inevitable. Lola Mora, la diosa Ceres, Catalina Echeverría, la pintora Leoní Matthis, son las voces rescatadas. También hay personificaciones: una niña que aparece retratada por los hermanos Pusso dice: “Este domingo, fuimos a pasear con Vicente y con Santiago por las cercanías del puerto de la ciudad. Ellos llevaban consigo un extraño y moderno artefacto que sirve para congelar imágenes y materializarlas en papel, ¿podés creerlo?  En el ambiente hay un clima muy festivo, ya que hace unos días fue el acto de colocación de la Piedra Fundamental que dará lugar a la creación de un flamante puerto. Dicen que las precarias instalaciones portuarias que hay ahora ya no serán las mismas, si no que se construirán vastos muelles, vías férreas, calzadas interiores, depósitos, elevadores ¡Y hasta edificios que avinieran perfectamente con la próspera Villa del Rosario!”.

La escultora de las obras de arte que se ven en el pasaje Juramento, y que fueron rechazadas en su época, la diosa romana de la agricultura, la mujer que hizo la bandera ante el pedido de Manuel Belgrano, la pintora que viajó por el mundo con sus nueve hijos recreando paisajes, y también lo hizo en Rosario, la niña que se imagina hermana de los Pusso, la mujer que se imagina madre de un niño en la primera jura de la Bandera en las barrancas del Paraná, son las voces que se rescatan para darle otro sentido a la historia.

Tras los descubrimientos, hay una puesta en común, en círculo, con almohadones en el piso. Una residente anima a contar qué figuras descubrieron. En cada relato, en cada intervención, hay algo de sorpresa, de extrañamiento ante lo desconocido. Las preguntas de las coordinadoras invitan a respuestas: ¿Qué quieren decir estas cartas? “Que la historia la hacemos entre todos”, aventura una mujer. Un hombre es el encargado de decir que en realidad, son las mujeres las que aparecen en este recorrido, cuando nunca lo hicieron. Una de las asistentes, historiadoras, agrega “está bueno porque la carta de Catalina Echeverría está dirigida a Mariquita Sánchez de Thompson, otra revolucionaria de la época”. Los adolescentes --dos varones y una chica-- parecen intimidados por el museo, se limitan a señalar, no quieren hablar ante tanta gente. Braian, Sebastián, Martina, vienen de un barrio y cuando termina el recorrido, ante una pregunta, aseguran que les gustó la experiencia. No hay más palabras: sus voces también son urgentes.

La propuesta fue diseñada desde el Area de Educación del Museo con el grupo de jóvenes integrado por Victoria Capilla, Maximiliano Tourn, Franco Laschera, Leila Zapata, Julia Battagia y Alejo Capeletti realizan este recorrido y otro, que se llama Sueños de libertad en movimiento, dirigido a niñas y niños, para que vayan por el museo de una forma desacartonada. En la fundamentación de Voces Urgentes, cuentan: “Proponemos una actividad para habitar las salas del museo desde una perspectiva de género. Reconocemos voces en la sala Rosario de Santa Fe que hay que atender de manera urgente. Algunas vienen del pasado y algunas de tiempos que nunca existirán, y nos invitan a pensar la historia local. ¿Te animas a escucharlas?”. La actividad se realizará nuevamente, abierta al público, el próximo sábado 28, a las 16.