La “guerra contra las drogas” fue una estrategia impulsada por la administración Nixon a inicios de los setenta. Un hito en esa política fue la creación, en 1973, de la Agencia para el Cumplimiento de Leyes anti-Drogas (DEA, por sus siglas en inglés). El macrismo adhiere a ese paradigma reactualizado con la doctrina de las “nuevas amenazas” del Comando Sur de Estados Unidos. La lucha contra el narcotráfico fue una de las banderas de campaña electoral de la alianza Cambiemos. En agosto de 2016, el gobierno anunció el plan “Argentina sin narcotráfico”. En ese acto, Mauricio Macri sostuvo que “tenemos que ganar esta guerra”. “Lo curioso es que el gobierno decidió emprender esa cruzada justo cuando América latina se apresta a abandonarla. Hoy la región busca y aplica políticas públicas alternativas sustentadas en la experimentación, la regulación estatal y la reducción de daños”, explica Juan Gabriel Tokatlian en su artículo Jaque a la guerra contra las drogas publicado en la Revista Anfibia. 

El paradigma prohibicionista acumula rechazos en diversos foros internacionales. “La política de “guerra a las drogas” fracasó”, es una de las conclusiones de un informe especial elaborado por la ONU en 2013. En la presentación de ese trabajo, los mandatarios de México (Enrique Peña Nieto) y Colombia (Juan Manuel Santos) reconocieron que era necesario replantear la estrategia. El único “logro” del punitivismo fue, según el liberal conservador Milton Friedman,  incrementar la rentabilidad de los narcotraficantes. El gurú del monetarismo sostuvo que “la única gente que puede sobrevivir en este negocio es…(quienes) tienen suficiente dinero como para tener flotas de aviones , métodos sofisticados y cosas así…. al arrestar a los cultivadores locales de marihuana, el gobierno mantiene alto el precio de esos productos. ¿Qué más querría un monopolista? Tiene un gobierno que se la pone muy difícil a todos sus competidores y mantiene alto el precio de sus productos. Es como estar en el cielo”. 

La secretaria ejecutiva de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal) plantea que América latina es la región “a la que más le conviene la legalización de las drogas y que ha llegado el momento de plantearlo seriamente”. La mexicana Alicia Bárcena agregó que “la ilegalidad es lo que está matando a la gente”. Los dichos de la secretaria de la Cepal están en línea con las sugerencias de la Comisión Global de Políticas de Drogas. Ese grupo de trabajo independiente está integrado por 25 personalidades incluyendo ex presidentes (Fernando Henrique Cardoso, César Gaviria, Ernesto Zedillo, Ruth Dreifuss, entro otros) y el ex secretario general de la ONU Kofi Annan. Esa Comisión propuso un marco regulatorio que despenalice el consumo y suprima el monopolio de la comercialización que gozan los carteles de narcotráfico. Ese planteo recoge cada vez más adeptos en todo el continente. El uso de la marihuana con fines recreativos está permitido en nueve estados estadounidenses ( y el Distrito de Columbia). Por su parte, la utilización medicinal esta legalizada en treinta estados. El Senado canadiense aprobó en junio la legalización total (producción y consumo) del cannabis. El uso medicinal ya estaba permitido desde 2001.  

“Ha sido muy fácil para nuestros niños hacerse con marihuana y para los criminales cosechar beneficios (derivados de su comercialización). Hoy cambiamos eso”, twiteó el primer ministro Justin Trudeau celebrando la nueva norma. En América del Sur, el ex presidente José Mujica impulsó la legalización en territorio uruguayo. La ley charrúa autoriza, entre otras cuestiones, el cultivo de hasta seis plantas de cannabis para consumo personal. En Argentina, el consumo continúa penalizado a pesar de que la Corte Suprema declaró la  inconstitucionalidad de ese tipo penal en el fallo Arriola.

[email protected] 

@diegorubinzal