Avenida del Libertador 7395 no es una dirección más para el mundo del rock. Hay un club allí que tiene una cancha de básquet, lo que ya no es cualquier cosa. Aunque, a decir verdad, más que un estadio es un templo: Obras es el verdadero templo del rock. En esas paredes rebotaron los acordes de todos, absolutamente todos los grandes grupos y artistas que la rompieron en su época: desde Charly y Spinetta a La Renga y Babasónicos, pasando por Los Redondos, Sumo, Soda Stereo, Ratones Paranoicos, RIFF o Los Piojos, o músicos de afuera como The Ramones, Iggy Pop, B.B. King, Motörhead, Red Hot Chili Peppers o Pantera, entre otros tantos cientos que se “consagraron” al tocar en el estadio de Obras Sanitarias.

Por estos días, el domo está cumpliendo cuatro décadas albergando a las mejores bandas que hayan podido tocar en suelo argento, además de importantes momentos del deporte nacional. “Estos 40 años se pueden resumir en el trabajo en equipo y las ganas de brindarle al público experiencias únicas para que se puedan llevar recuerdos para toda la vida”, dice Ariel Barroso, gerente del estadio. Durante todo este tiempo, Obras tuvo intermitencias a la hora de brindar conciertos, pero su responsable explica que “nunca cerró, sólo se dejó de realizar eventos por un tiempo”.

Volver a hacer lo que nos gusta nos generó mucha satisfacción, más que nada al ver la respuesta del público y su felicidad cuando pudieron volver a ver sus bandas favoritas acá”, dice Barroso. Y de paso cuenta que hay miles de anécdotas, “desde bandas que se volvían a reunir en el escenario después de muchos años hasta artistas consagrados disfrutando de tocar para el público argentino”. Aunque, en ese sentido, ¿quiénes mejor que los propios intérpretes para contar lo que se siente al pisar ese escenario?

 

ANDREA ÁLVAREZ

No recuerdo cuándo empecé a ir a Obras a ver shows. Para mí siempre existió, aunque cerrara y volvieran a abrirlo. Tampoco recuerdo cuándo toqué ahí por primera vez. Pero sí recuerdo un show que para mí fue muy ninguneado, y que viene al caso en relación al tema del momento que es la mujer y la toma de conciencia de nuestra problemática en el mundo, siempre acallada. Celeste Carballo lideraba una banda de primer nivel, con un disco buenísimo, y era la primera vez que una mujer del rock hacía un Obras bajo su nombre. Estábamos ahí con Rouge, la primera banda femenina de rock pop argentino, que formábamos junto a Claudia Sinesi, María Gabriela Epumer y Ana Crotti. Es que Celeste cantaba uno de nuestros temas, y ahí fuimos. Recuerdo haber tocado también con Los Brujos, embarazada de mi hijo, que hoy tiene 22 años. Y además como invitada de Divididos, Attaque 77 y Carajo, aunque nunca toqué con mi propia banda. Vi los mejores shows de acá y de afuera, y creo que es un lugar ideal para el rock. Y, aunque también está el recuerdo de la tragedia ocurrida con Walter Bulacio, es un espacio lleno de buenos recuerdos.”

 

MARCELO “CORVATA” CORVALÁN

Obras me tocó en dos etapas distintas de mi vida: primero con A.N.I.M.A.L. y después con Carajo. La primera fue en los 90, cuando estaba en auge y era un templo. Quizás lo siga siendo siempre, pero hoy no es lo mismo que en ese momento, se fue transformando todo. Después estuvo cerrado mucho tiempo y se enfrió la cosa. Aunque sin dudas quedó ese nombre para la historia, y todas las vivencias que uno puede recordar. Las primeras veces que toqué fue teloneando a Bad Religion, Suicidal Tendencies, Biohazard y Pantera, hasta llegar en el ‘96 a hacer nuestro show. Todas las bandas que llegaban al país lo tenían como paso obligado: The Cure, Sepultura, hasta KISS tocó un par de shows más íntimos ahí. Tenía cualquier estilo del rock o lo que tuviera que ver con música más moderna que no tenía cabida en otro lugar, como Cypress Hill, Faith No More o Ian Gillan. Con Carajo tuvimos la chance de presentar un disco. Fue nuestro primer concierto importante, con ese orgullo de hacerlo uno mismo, de llegar con nuestro propio público. Nos llegó en el momento justo, sin saltar más alto de lo que podíamos, porque la banda ya tenía sus años y la gente reclamaba que hiciéramos Obras. Fue increíble ver eso con todo agotado. Por otro lado, Obras era un lugar obligado para ir a volantear. Parece una estupidez esto, pero era fundamental. Vos eras tu propio márketing: no había Facebook, celulares ni nada de lo que hay ahora. Era importantísima la entrada y la salida. Uno hacía relaciones públicas ahí. Se gestaban cosas, se armaban bandas, se empezaban proyectos, se conocían músicos, se intercambiaban teléfonos...”

 

LUIS BALCARCE

Nos convocaron con Banda de Turistas para tocar en Obras en el marco de un festival que cerraba The Hives. Hace unos meses acababa de salir nuestro primer álbum, Mágico corazón radiofónico, y había llamado bastante la atención. Pero no teníamos tanta experiencia tocando en vivo: habíamos hecho shows en Plasma, El Nacional o la presentación del álbum en La Trastienda, pero nada de la dimensión de Obras. Subimos con un nivel de inconsciencia a tocar unas canciones oníricas, con instrumentos nacionales de los ‘60, probablemente todo lo opuesto a la potencia de la artillería de la que se valen los grupos que tocan ahí. Fue loco tocar ahí con 20 años y haber llegado gracias al disco que grabamos de forma tan romántica, independiente y casera. Fue un camino extraño, ya que tampoco éramos intérpretes experimentados, pero algo nos puso ahí a vivirlo desde temprana edad. Ahora es mucho más probable que un grupo joven llene Obras que hace diez años atrás. Seguro que tenemos algo que ver en esta nueva historia del rock argentino, y de ahora en más eso será cada día más visible.”

 

LULA BERTOLDI

Conocí Obras físicamente luego de su reapertura. Al ser de Santa Fe, no pude ir a muchos recitales que se hicieron ahí: era más chica y me costaba mucho venir hasta acá. Todo el circuito de Buenos Aires lo conocí tocando. Las primeras veces que pisé esos lugares, fue para ir a tocar. Sin embargo, ya todos sabíamos de qué estábamos hablando cuando decíamos Obras. Tengo la memoria de escuchar muchos discos grabados ahí: Trapos, de Attaque 77, era uno, y cuando entré al lugar donde se grabó fue un flash. Son lugares muy fuertes, como el Luna Park, emblemáticos del rock y de toda la movida. Con Eruca Sativa festejamos nuestros diez años en ese templo y fue un flash. A modo de análisis personal, creo que antes era más del rock que ahora que hay muchos temas con los vecinos con los volúmenes y la seguridad. Obviamente, post Cromañón es mucho más controlado y está buenísimo. Pero es raro ir a un estadio donde el volumen esta súper controlado, porque ahí han tocado Los Ramones, Sumo, Divididos, y una espera que el audio te vuele la peluca. Suena lindo, pero está súper cuidado. Esta nueva era de Obras también se adapta a las necesidades y al barrio.”

 

WALAS

Yo tengo tres realidades o sentimientos con Obras. Por una lado el del fan, siendo público, de escuchar las pruebas de sonido desde fuera y hacer la cola. Empecé a ir a Obras en los ‘80, y mi primer show fue el de Van Halen. Después vi a Siouxsie, The Mission, Jesus and Mary Chain cuando presentaron el disco Automatic: fue la primera vez que se vio en Buenos Aires el concepto de visuales detrás del escenario. También estuve en la primera visita de Iggy Pop y en la de Los Ramones. Al igual que pasó con Sumo, en ésa no hubo tanta convocatoria y en ambos casos Obras estaba por la mitad. Después nos convertimos en uno de los países más ramoneros del mundo, y de Sumo ni hablar. Mi segunda instancia con Obras es mi condición de telonero. Durante los ‘90 teloneamos a cuanta banda yanqui e inglesa tuviera que ver con el punk, lo alternativo o lo hardcore, porque los Massacre éramos los únicos teloneros aplicables. Tocamos con Black Flag, Misfits, Danzig. Cuando acá explota la ramonesmanía, ellos tenían previstas dos fechas y terminaron haciendo cinco consecutivas, y tocamos todas las noches con la lucha del telonero, de enfrentar a un público que quiere ver solo a la figura central. Pero salimos airosos y capitalizamos un montón de experiencias. La convivencia con los Ramones se hizo cotidiana: comíamos en el escenario mientras a cinco metros ellos tocaban en vivo. La sobremesa era surrealista. Joey, divino, venía al camarín con un grabador a mostrarnos las novedades del momento, como Sonic Youth, en casete. Y la última instancia es la de artista consagrado y convocante, siendo headliner. Uno de los dos recuerdos que tengo es de cuando presentamos El mamut en 2008, nuestro primer Obras. Repasamos toda nuestra carrera e hicimos una apuesta por lo visual. El lugar estaba sold out, y estaban presentes Gustavo Cerati y Francis Ford Coppola y su hijo Roman, que dirige unos videoclips neoyorkinos tremendos; y la eminencia del psicoanálisis, Fernando Ulloa, que también fue nuestro terapeuta. Todo eso en un momento de banda con la muerte rondándonos, por la novia de Fico, y él que también estuvo al borde. El último recuerdo es de la primavera pasada, con la celebración de nuestros 30 años y la reapertura de Obras. Nos reencontramos con Alicia Díaz, una figura omnipresente que se dice que es la dueña. Le insistimos bastante para que nos diera un sábado para tocar y, en detrimento de su ganancia, dejó de lado una fiesta electrónica y apostó al rock, como buena rockera que es. Ese fue nuestro último romance con Obras en estas tres décadas, y se puede ver en nuestro flamante DVD, Recuerdos al futuro.”