La decisión del Poder Ejecutivo de establecer precios máximos para algunos medicamentos suministrados por PAMI es una medida tardía. No ataca el problema de fondo y, apelando a una metáfora alusiva, se parece mucho a la ingesta de una aspirina para atacar una enfermedad terminal. 

Los problemas estructurales del sector radican en un esquema de competencia altamente concentrado en los eslabones iniciales de la cadena de valor. Los pocos incentivos fiscales a la inversión en desarrollo de principios activos y un esquema macroeconómico inestable desde el plano financiero, coexisten con la baja elasticidad-precio de estos bienes, determinando un marco ideal para la proliferación de empresarios oportunistas con capacidad para incrementar sus márgenes en detrimento de la población. 

A la luz de los hechos, el resultado de estos dos últimos años es el de un incremento pronunciado en el precio de la mayor parte de los medicamentos difundidos, lo cual no se explica únicamente por factores de costos, ya que la rentabilidad del sector mantiene su trayectoria alcista.

En este sentido, la medida implementada es un atenuante insuficiente frente a la evolución de los precios de medicamentos en los dos últimos años: la última actualización del relevamiento que se realiza desde el Observatorio de la UNdAv sobre una canasta de 130 fármacos a consumidor final indica que, en promedio, aumentó 110 por ciento en los últimos 26 meses. 

Esta variación se posiciona muy por encima del incremento en el nivel general de precios. Por ejemplo, en base a los números publicados por el instituto de estadísticas porteño, el IPC CABA acumuló una inflación del 87,9 por ciento en igual período. Por tanto, la brecha entre aumentos e inflación encuentra una disparidad de 22 puntos porcentuales. 

Vale mencionar, además, que cuando se analizan las distribuciones en las variaciones de precios de las diversas medicinas relevadas, se notan subas nominales que en algunos casos superan el 300 por ciento. En el mismo sentido, se advierte que casi la mitad de los medicamentos relevados duplicaron sus precios en el último bienio, mientras que más de 6 de cada 10 aumentaron su valor por sobre el nivel general de precios locales.

Lejos de esta compleja coyuntura en materia de precios, el contexto actual es auspicioso desde una perspectiva empresarial. En el acumulado de los primeros nueve meses del año, la facturación agregada alcanzó los 71.426 millones de pesos. Considerando este lapso, las exportaciones de medicinas de elaboración doméstica aumentaron 16,1 por ciento. Es decir, casi 12 puntos porcentuales por debajo las importaciones de medicamentos finales desde otras economías (27,7 por ciento interanual). Como resultado de ese comportamiento, se estima que en el último bienio la producción nacional perdió casi cinco puntos de participación relativa en el sector. 

Después de la suba del 6 por ciento autorizada por el Poder Ejecutivo en diciembre de 2017, en febrero del corriente año se aprobó un nuevo aumento del 4 por ciento para la medicina prepaga. De esta manera, en todo 2017 tuvieron lugar cinco incrementos, que en total acumularon una suba del 31,3 por ciento: unos 6,5 puntos porcentuales más que la inflación de todo el año. Si se consideran los aumentos autorizados por Cambiemos desde febrero de 2016 (unos diez en total) la suba entre puntas, a febrero de 2018, asciende a 96 por ciento, 8 puntos por encima de la inflación general.

En el marco de un escenario complejo desde una perspectiva sanitaria, los aumentos en el costo de la salud se traducen en una carga cada vez más pesada sobre el presupuesto de las familias. Esto es una situación que será difícil de curar con una simple aspirina.

* Director de la Licenciatura en Economía de la UNdAv e integrantes del colectivo Economía Política para la Argentina (EPPA).