Un proyecto de la Universidad Nacional de Rosario exploró los discursos con mayor impronta en relación a la maternidad. Por un lado, los de base "innatista", de amplia referencia a la experiencia maternal más instintiva, a los sentimientos de la madre como guía hacia la verdad. Por otro lado, están los de "expertos" con un saber fundamentado en supuestas bases científicas que posibilitarían una "buena forma" centrada en un disciplinamiento de las conductas de los padres en la relación con los niños.

Pero en el consultorio surgen vacilaciones, ambivalencias, respecto a ocupar el lugar de la maternidad y un sufrimiento que se vive como debilidad personal, por el "nunca estar a la altura de la función", en tensión con la época que pide puros actos eficaces, homogéneos, orientados, sobre‑significados, según afirman los investigadores Carlos Barbato, Adelmo Manasseri y Luisina Bourband.

En este sentido, consideran que el psicoanálisis cobra más vigencia dado que, frente a las distintas versiones de la experticia, es uno de los pocos testimonios que puede trabajar en función de recordar que las experiencias exigen siempre una referencia al límite.

 

El instinto materno

En medio de una crisis en la transmisión del "saber hacer" a través de las generaciones y de una psicologización de la crianza que comenzó en los años 60 con la Escuela para Padres de Eva Giberti y Florencio Escardó, las madres buscan lecturas sobre cómo deben actuar que les otorguen alguna seguridad en cuanto a la eficacia de lo que están haciendo.

Entre los discursos con mayor llegada está el de la experiencia maternal más instintiva que sigue la línea de crianza "con apego". Por ejemplo, la obra Bésame mucho del pediatra español Carlos González y en nuestro país, los libros de Laura Gutman.

Las premisas fundamentales son las que sostienen que la madre debe responder lo más rápidamente posible a las demandas de su hijo; que debe tener en brazos al niño todo lo que sea necesario o todo lo que demande; que debería dormir en la cama de los padres hasta que él mismo decida irse. Por supuesto, realzan los beneficios de la lactancia materna exclusiva y extendida: no sólo debe ser a demanda, sino extenderse en el tiempo más allá de los dos años de ser posible. Ante todo, postula que jamás debe dejarse llorar a un bebé y que ambos padres, pero especialmente la madre, deben responder rápidamente a sus demandas: de cariño, de alimento, de contención.

Con o sin fundamento científico, este discurso hace énfasis en cómo debe ser una buena madre: dejar de lado sus cosas al menos en los primeros años de crianza del niño, ya que ello es lo más importante. Dado que necesita de atención y contacto permanentes, estar pendientes de sus demandas se transforma en una de las premisas a seguir. Se asegura a estas madres que, en contrapartida, criarán hijos más seguros de sí mismos, independientes y autónomos.

"Todas esas noches sin dormir, esos años relegados de vida profesional, serán recompensados al lograr criar un niño sin grandes conflictos o problemas que podrá enfrentar las vicisitudes de la vida con confianza en sus herramientas y con valor suficiente", expresa la doctora en Psicología Luisina Bourband.

Por otro lado, aparecen los discursos de "expertos" fundamentados en supuestas bases científicas. El exponente más difundido de esta corriente es el pediatra español Eduardo Estivill, que en su famoso libro Duérmete niño da consejos a los padres acerca de cómo lograr conciliar el sueño de un niño pequeño. Lo califica como un fenómeno natural que el niño puede hacer sólo desde los tres meses. Para que los padres aprendan a condicionar esta conducta, plantea una serie de pautas que han sido probadas científicamente y que deben seguirse disciplinadamente. "La idea es que la ciencia tiene la respuesta, y si concedemos someternos a ella, nos enseñará cómo hacerlo y mejorará nuestra vida", sostiene la profesora.

Aparentemente, estos discursos se presentan como contrapuestos: el primero basado en la teoría del apego; el otro es el postulado desde la perspectiva conductista. "Consideramos que las dos teorizaciones son 'naturalistas', más allá de que apunten a lo innato o lo adquirido respectivamente, ya que plantean una relación instintiva, natural, animal, entre los seres humanos e ignoran que la maternidad no tiene nada de natural, sino que más bien, requiere de un complejo entramado psíquico", explica Bourband y agrega que estos discursos tienen cabida ante el vacío de transmisión de experiencias singulares, convirtiéndolos en mandatos inalcanzables, que cobran mayor ferocidad a partir de las características que presenta la época.

 

"Hazlo así" en la publicidad

Las propagandas de productos de limpieza muestran a mujeres‑madres en estado de realización personal por haber limpiado o encontrado el producto perfecto para la protección de su familia. Los slogans dejan entredicho que las mamás tienen que estar las 24 horas saludables, al servicio de los hijos, al cuidado de la familia, e incluso de ellas mismas.

"Ante ese panorama tenemos como saldo permanente un sentimiento de culpa por la ineficiencia estructural para lograrlo, que se presenta como un 'problema personal', un 'no dar en la talla', o 'estar en falta', frente a todas las demás que 'sí pueden'", afirma la psicóloga. Sin embargo, reconoce que existen excepciones en las publicidades que incluyen un rasgo de ambivalencia, como una de La Paulina (2016), que muestra una madre en una cocina semioscura, cuya imagen se superpone con un bosque nocturno. Cocinar y atravesar ese bosque, lleno de peligros, sola, es el mismo acto. En esa faena, sufre, se corta, transpira, se quema.

Lo que analiza la investigación es que este orden hegemónico no permite pensar a la maternidad como síntoma. Y es allí donde la literatura tiene mejores chances. Por ejemplo, los libros de la escritora argentina  Ariana Harwicz, refieren a la maternidad desde distintos ángulos. "Nos transporta durante toda la obra a su estado de desesperación, que de tan desopilante resulta por momentos cómica, atravesada por la interrogación: ¿Cómo se dice, cómo se experimenta, cómo se llega a 'ser madre'?", comenta.

La maternidad es para la narradora un ejercicio errante, que lejos de inhibirla, la enfrenta al vértigo de la aceleración, a la precipitación de acciones inconexas, fallidas, rechazadas. La escritura en primera persona funciona como el reverso del discurso de la experticia, aquel lugar de la subjetividad donde éste no llega.

Hay otras narrativas que se centran en las fisuras, como por ejemplo  Guía (inútil) para madres primerizas, de Ingrid Beck y Paula Rodríguez o la serie de TV Según Roxi con discursos que, desde la humorada, apuntan a lo fallido.

"En este contexto, entendemos que el psicoanálisis cobra más vigencia dado que se orienta a que la madre pueda preguntarse qué es lo que quiere o puede sostener de esos discursos innatitas y culturalistas y a su vez, posibilita pensar la maternidad como un nudo, un síntoma, que condensa ambivalencias y que cada una debe habitar como pueda", concluyen los profesionales de la UNR.

El equipo de investigación está formado por los psicólogos Carlos Barbato, Adelmo Manasseri, Luisina Bourband, Lucía Brienza, Maria Laura Beccani, Hernán Cornejo, Florencia Harraca, Luciana Wulfsohn, Gabriela Gastaldi, Laura Capella, Silvina Garo, Pablo Zenón, Alvaro Pérez, Carolina Rovere, María Soledad Ríos, Mariana Pachioni; la doctora en Letras Roxana Guardalá y la estudiante de Comunicación Social Florencia Manasseri.